Opinión | Limón & vinagre
Josep Maria Fonalleras
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Stephen Fry: adentrarse en la mitología con humor y erudición

Un fragmento de la entrevista en RTÉ en el que Stephen Fry realizó las declaraciones investigadas por blasfemia.

Un fragmento de la entrevista en RTÉ en el que Stephen Fry realizó las declaraciones investigadas por blasfemia.

Debe haber pocos actores que, a su vez, sean escritores excelentes. Y no habrá muchos escritores que sean capaces de subir a un escenario con solvencia profesional, más allá de los poetas (algunos, no todos) que dicen sus versos. De hecho, ahora mismo no encuentro a nadie. Y que, al mismo tiempo, hagan documentales sobre su enfermedad, la ciclotimia, una variante del trastorno bipolar ('The Secret Life of the Manic Depressive'), o que confiesen en público los intentos de suicidio, como la vez que en 2012, “ingerí una enorme cantidad de pastillas combinadas con una cantidad enorme de vodka”. Uno de ellos, quizá el único, es Stephen Fry. Ahora, vuelve con una de sus obras más fascinantes, el tercer volumen de una colección sobre “los caprichosos dioses”, un compendio “astutamente divertido”, como dijo la crítica, sobre los 'Mitos', los 'Héroes' y 'Troya' (en Ara Llibres y en Anagrama), los tres libros que nos hablan del origen de la cultura occidental con una mezcla ciertamente imbatible de erudición académica y de lo que podríamos llamar humor inglés. Por poner solo un ejemplo, el coito de Leda con un cisne que deriva en dos huevos en cada uno de los cuales hay dos gemelos. Una de esas “crías” será Helena, la de Troya, sí, allá donde empieza todo.

El cisne es Zeus (“¿quién podía ser, sino?”) que ya se había transformado “en muchas formas extraordinarias a lo largo de una larga carrera lasciva”. Zeus fue “águila, oso, cabra, lagarto, buey, jabalí... incluso una lluvia de oro en una ocasión. En comparación, un cisne parecía casi rutinario”. Este es el tono que utiliza Fry (pero también el elegíaco y profundo: “Cuando Troya cayó, en el mundo de los humanos se abrió un agujero que quizás no se llenará nunca más, excepto en el recuerdo”) en una trilogía que nos revela una personalidad poliédrica y una actividad incesante y diversa, en la que podemos incluir desde la voz del Gato de Cheshire para la versión de 'Alicia en el país de las maravillas' de Tim Burton a la de Winnie-the-Pooh o la lectura de los primeros volúmenes de Harry Potter para un audiolibro, sin olvidar, por supuesto, su faceta como actor de teatro y de cine, o sus colaboraciones como columnista (escribió, entre otras, una pieza semanal sobre tecnología en la edición sabatina del 'The Guardian').

Fry fue el Peter moribundo al que visitaban los amigos en una tierna ceremonia de despedida y también intervino en 'Carros de fuego' o 'V de Vendetta' y, sobre todo, se transformó en Oscar Wilde en 'Wilde', la película sobre la vida del escritor. De hecho, no sé si "transformar" es el verbo adecuado, porque tanto la corpulencia de Fry (casi dos metros) como los gestos y la mirada son la misma mirada, los mismos gestos y la misma apariencia, entre melancólica, dandi, ausente y seductora, que los del autor de 'De profundis'. Intenten hacer la comparación con dos fotos encaradas. El Wilde que Stephen Fry admiraba desde que era joven resucita en su recreación. No sufrió la misma cárcel que el famoso dramaturgo por homosexualidad, pero estuvo recluido en un correccional cuando fue pillado con una tarjeta de crédito robada a los padres de un amigo. Luego, la cosa se enderezó y acabó con una graduación en Literatura en Cambridge, donde conoció a Emma Thompson y Hugh Laurie, su mejor amigo, con quien ha compartido series de televisión y guiones sobre su relación amistosa en tono de comedia. Una de las más recordadas, claro, es 'La víbora negra', donde Fry interpreta las diversas variantes históricas de Lord Melchett, junto al camaleónico Rowan Atkinson.

En abril de 2020, Fry volvió a ser Melchett, esta vez transformado en jefe de la Casa Real británica. Desde una biblioteca de muebles nobles y volúmenes antiguos, en una conversación por Zoom con el heredero Guillermo, hablan de las dificultades de afrontar la vida familiar en plena pandemia. Fry avisa al ahora príncipe de Gales de que se acerca la hora de salir a la calle a aplaudir al personal sanitario y Guillermo dice: “Primero, tendré que encontrar los calcetines y los zapatos... y también los pantalones”. Un gag fantástico que nos habla de las formas diferentes de ser familia real y de la capacidad inglesa para reírse en cualquier ocasión. El propio Fry, inquirido por la orientación sexual, declaró (todo un homenaje a la tradición literaria y a Tristram Shandy) que supo de muy pequeño que era gay: “Cuando salí de la vagina de mi madre, me giré y entendí que era la última vez que estaría en un sitio como aquel”.

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