Editorial Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
100 días que marcan una impronta
Las prioridades del nuevo mandato no quedarán definidas hasta que se aclare si se forma una mayoría estable en el ayuntamiento de Barcelona

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, durante la ofrenda floral a Rafaerl Casanovas en la Diada de Catalunya 2023 /
Transcurridos 100 días desde la elección del socialista Jaume Collboni como alcalde de Barcelona, ya se ha podido ver cuál va a ser su talante al frente de la ciudad de la que ya había sido teniente de alcalde en dos ocasiones. Collboni ha puesto énfasis en eliminar la sensación de desorden en la vía pública, especialmente en lo que se refiera a la limpieza; ajustar los cambios urbanísticos a los requerimientos medioambientales, pero también al progreso económico, y en lanzar un mensaje de cooperación no sumisa al mundo económico privado o defender frente a la Generalitat la urgencia de una inversión pública histórica en vivienda.
Entretodos
No se ha dedicado ni a negar los problemas ni a proponer soluciones tan mágicas como inviables tanto desde el punto de vista legal como ciudadano. Todo esto lo ha podido hacer gracias a los poderes que la ley confiere a los alcaldes y al ritmo frenético de trabajo que llevan sus concejales para hacerse con el control de la maquinaria municipal.
Lo que queda en el aire, aún, es definir la mayoría de gobierno de la ciudad. Los partidos que podrían participar en ella están inmersos en procesos de reorganización interna y cambios de liderazgo, con lo cual ninguno de ellos está muy por la labor salvo la preocupación que tienen algunos por el legado que van a dejar en sus propios partidos.
A ello hay que sumar la incertidumbre ambiental derivada de los resultados de las elecciones del 23 de julio que dificultan a día de hoy la conformación de una mayoría estable en el gobierno municipal si es que el actual alcalde la considera necesaria para afrontar con garantías la gestión cotidiana y los futuros desafíos. No hay que descartar que opte por una geometría variable según lo que acabe aconteciendo en la política española.
La ciudad afronta retos importantes. Movilidad, transporte, civismo y vivienda son algunos de los más destacados. Por ello, y con independencia de otros frentes abiertos, la responsabilidad de los representantes municipales es aportar aquello que sus votantes anhelan para construir un proyecto de ciudad que no sea un arma ideológica arrojadiza sino el resultado de la suma de intereses particulares para definir el interés general.
Los ciudadanos se merecen saber cuanto antes cuáles van a ser las políticas que se implementarán en su ciudad, más allá de algunas pinceladas que ya ha avanzado el alcalde, y lo más deseable, es que, a diferencia de etapas anteriores, estas contasen con muchos apoyos y fuesen el resultado de grandes consensos.
Estos acuerdos en demasiadas ocasiones parecen muy difíciles porque se construyen opiniones en base a informaciones sesgadas. Todas las grandes capitales europeas están adaptándose a un modelo de ciudad sostenible. Y las que avanzan más deprisa son las que lo hacen a partir del consenso.
Todas las grandes capitales están sometidas a fuertes tensiones en el mercado inmobiliario que recibe mucha presión e inversión gracias al turismo. Y las que lo consiguen revertir son las que apuestan por facilitar el mercado de alquiler con modelos público-privados y tienen un adecuado parque de vivienda social.
Todas las grandes capitales europeas luchan por tener mayor conectividad, no solo para fomentar el turismo sino también la inversión empresarial y la atracción de talento. Y avanzan más deprisa las que son conscientes de las limitaciones de su orografía y generan alternativas de valor. La mayoría de los problemas de Barcelona son los problemas de la humanidad actual. Y las soluciones no se pueden buscar a medida de los intereses de unos pocos ni dando la espalda al resto del mundo.