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Los designios de Waterloo son inescrutables

Ahora sí cuentan los votos de Puigdemont. Y los que lo conocen saben perfectamente que aquí radica la clave de la cuestión y que esta es la única rendija que pone en entredicho que vayamos a elecciones

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Puigdemont avisa a Sánchez que no cederá a ningún chantaje político

Puigdemont avisa a Sánchez que no cederá a ningún chantaje político

Turull presentará el jueves a la ejecutiva de Junts la decisión de Puigdemont sobre la mesa del Congreso. Nadie a estas alturas sabe nada. Quizás la habrá confiado a aquellos que considera círculo de confianza. En todo caso, el gruego de laeEjecutiva del partido sabrá el veredicto como el resto de la humanidad.

La decisión será personal y personalísima. Por eso era más que obvio que en ningún caso aceptaría la propuesta de los republicanos de llegar a un acuerdo y defenderlo conjuntamente. Puigdemont no está por ningún tipo de acuerdo estratégico. Su actitud responde, por encima de todo, a una premisa: el liderazgo y la hegemonía en el seno del independentismo.

Los republicanos, para bien o para mal, han fijado unas condiciones para esta votación. Catalán, Pegasus y la ley de amnistía. Condiciones que, de entrada, difícilmente podrá rechazar Sumar. Las condiciones concretas de Puigdemont nadie las sabe. Ni falta que hace, dicen sus corifeos. Sea cual sea será una jugada maestra para Catalunya. Los designios del Señor son inescrutables. Todo el resto, más que perjurio, es herejía. Solo hay que leer todos los insultos que le dedican a espíritus libres como Joan Tardà por expresar y decir lo que siente.

En todo caso, hay algunas consideraciones que apuntan a cómo puede acabar todo. No tanto ya la mesa del Congreso, que solo es el entrante, sino una investidura que apunta a quiebra y a repetición electoral. La Moncloa sigue haciendo ver que no será así. En cambio, los siete diputados republicanos ven infinitamente más cerca nuevas elecciones.

Waterloo ha rechazado todas las negociaciones de ERC con el PSOE, incluidas la derogación de la sedición y los indultos, aunque los beneficiados hayan sido personas muy afines. Incluso cuando estos acuerdos podrían catapultar a uno de los expresos de Lledoners a liderar la lista de Junts en el Parlament. Comoquiera que los ha descalificado, los acuerdos o la misma creación de una mesa de diálogo y negociación, hay poco margen para salir a defender ningún acuerdo con el PSOE que no sea el todo a nada.

Ponsatí le marcó hace días el terreno de juego, que de hecho es la justificación para una nueva candidatura electoral, una opción que Puigdemont considera una competencia directa que podría comprometer una obsesión personal: superar a los republicanos. No ganar las elecciones catalanas. Los de Illa doblan ahora mismo en votos a Junts.

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Asumir cualquier acuerdo con el PSOE sería tanto como alimentar las expectativas de esta candidatura que lanzaba Ponsatí. Por si fuera poco, hay la mani de la ANC del 11 de septiembre, entidad que ya hace tiempo que trabaja esta opción electoral. Puigdemont se juró que nunca más tendría que pasar por un 10 de Octubre de 2017, cuando hizo aquello de proclamar y suspender los resultados del 1 de Octubre. Lo silbaron. Así es que cualquier movimiento tendrá muy presente esta coyuntura y el uso que pudiera hacer el llamado cuarto espacio. En definitiva, Puigdemont no quiere que le hagan lo que él hace a los republicanos. Difícilmente, por lo tanto, se arriesgará a salir de la zona de confort, pase lo que pase. Es la política de tierra quemada.

Puigdemont, además, ha equiparado la investidura del PSOE y aliados a la de PP y Vox. Es lo mismo, dice. Unos te cocinan a fuego lento y los otros son más directos. Visto así, es aquello de "tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando".

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A la vez, hay los antecedentes. Puigdemont era contrario a la moción de censura contra Rajoy que invistió a Sánchez. Puigdemont no quería ningún acuerdo de Gobierno con Aragonès y no cesó hasta que lo tumbó, aunque apostara por mantener el de la Diputació con el PSC. Puigdemont no quería la investidura de Sánchez, ni la mesa de diálogo ni nada que protagonizaran los republicanos con él fuera de juego. Pero esta es hoy la gran diferencia. Ahora sí cuentan sus votos, ahora sí es determinante aquello que haga. Y los que lo conocen saben perfectamente que aquí radica la clave de la cuestión y que esta es la única rendija que pone en entredicho que vayamos a elecciones.