Desperfectos Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La caja negra poselectoral
La reaparición incidental o permanente del prófugo Puigdemont va a darnos la sensación de ir pisando cristales rotos

Carles Puigdemont, en una conferencia de prensa en el Parlamento Europeo en febrero pasado. /
La caja negra del 'procés' fue el maletero del coche en el que Carles Puigdemont huyó, dejando abandonados a quienes habían creído en su ilusionismo secesionista. Luego se instaló en Waterloo en plan de anécdota. Mientras la justicia anda buscándole y el independentismo se tambalea, ahora –como ocurre después de un accidente aéreo- al abrir la caja negra del 23 de julio de nuevo aparece Puigdemont, dispuesto a contribuir a la descomposición de España.
En las municipales y autonómicas del 28 de mayo, las urnas computaron un excelente resultado del PP. Semanas más tarde, en las elecciones generales del domingo 23, siendo el PP la lista más votada, la probabilidad de que pueda sumar los escaños para ir a la investidura es casi nula. Casi al final de una noche electoral sorprendente, pudimos vivir un momento de insólita intensidad política. Entre miradas de asombro o perplejidad estaba concretándose en directo la posibilidad de que Pedro Sánchez pudiese rearmar su Gobierno de coalición teniendo que pedir ayuda a Junts. Todo se aceleraba pero aún se tardó un poco en conectar explícitamente Junts con el nombre de su líder huido y perseguido por la justicia, Carles Puigdemont. Fue nombrarlo y era como si Jean Valjean, el protagonista de 'Los miserables', volviera del presidio para –con otro nombre- practicar el bien. ¿Qué había podido pasar para que, si Feijóo no conseguía suficientes aliados, Sánchez completase los suyos con uno de los personajes que más daño ha querido causarle al Estado?
Entre las municipales y las generales, diversos componentes químicos de intensidad han introducidos variantes que casi nadie tenía previstas. Imaginemos la incomodidad de –pongamos por caso- quien votó al PP un día de mayo para castigar los pactos de Sánchez con Podemos y un domingo de julio votó al PSOE, para castigar los pactos del PP con Vox. En el diseño de su voto táctico se iba a deslizar subrepticiamente Puigdemont, como el vecino hostil que se cuela en el cumpleaños de nuestro hijo. Es peculiar que el mismo Pedro Sánchez que paladeó la llegada del PSC a la alcaldía de Barcelona, con ayuda del PP, para que no fuera de Junts, ahora pueda tener que ser solícito con el partido de Puigdemont para mantenerse en la Moncloa.
Noticias relacionadasDos elecciones tan sucesivas renuevan la familiaridad con las urnas. Los teóricos hablan mucho de 'relato'. Pretenden que todo tenga un relato o una épica: cada territorio, cada ciudad, España, Europa, el orden global. En realidad, no es una buena idea colorear el trayecto de las democracias. En sus mejores momentos, el relato está ahí: Correos afanándose hasta el último minuto de punta a punta de la vieja Sepharad, los ventiladores instalados por los municipios, el rigor de la Junta Electoral, la prehistoria del sufragio universal y el voto secreto, las urnas inviolables, los sistemas electorales, el orden constitucional: en fin, la libertad y el Estado en su plena solidez operativa, como columnata del bien común.
Vienen días capitales para la democracia en España hasta saber cuánto vale la abstención de Junts o si hay que dejar el 'sudoku' poselectoral para dedicarse a las nuevas series televisivas hasta que en unos meses llegue otro domingo con urnas. Los estabilizadores de la democracia superan sucesivos vendavales y así ocurrirá con la crisis en ciernes. Pero las sociedades desgastan sus bisagras y se abstienen de la política. Mientras tanto, al menos por un tiempo, la reaparición incidental o permanente del prófugo Puigdemont va a darnos la sensación de ir pisando cristales rotos.