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Un balcón de Barcelona engalanado con la ’senyera’.

Un balcón de Barcelona engalanado con la ’senyera’. / IOSU DE LA TORRE

Tiene la ‘senyera’ guardada en un cajón. Bien doblada, dentro de una bolsa de tela. Recuerda el último día que la dejó ahí: al regresar de la Diada de 2015. No fue un gesto simbólico ni tuvo ánimo de renuncia. Llegó, comprobó que estaba limpia, y la guardó. Aunque tuvo una sensación extraña, de cierta desubicación. Como el día que escoges lucir un vestido inapropiado.

No acudió a la Diada de 2016. Tampoco a las siguientes. Sentía que ya no era su fiesta. Ni comulgaba con las escenografías ni con aquel mar de ‘esteladas’. El tono era festivo, cierto, pero también desafiante. Y la mujer creía que, allí en medio, su ‘senyera’ desentonaría. Parecería tímida y trasnochada, incluso avejentada. Como si las arrugas de su piel se hubieran extendido hasta los pliegues de la bandera.

La independencia nunca fue su lucha. Para ella, libertad rima con social y fraternal. Y la añoranza la conduce a una izquierda clandestina que unió a catalanes de origen y de adopción contra la dictadura. A aquellos días en que la lengua era una forja de alianza, integración y orgullo. Cuando el Ebro no tenía alma de frontera, sino de puente. Una pasarela por donde circulaban anhelos compartidos de libertad. 

Pero el puente empezó a llenarse de escombros. A un lado y a otro se apostaron los voceros de la ceguera y la soberbia nacionalista, siempre dispuestos a exhibir su superioridad y a denigrar a los de la otra orilla. En primera fila destacaban los que cubrían sus vergüenzas con sus banderas respectivas, los mismos que ahogaban las acusaciones de corrupción vociferando su amor a la patria. Las orillas, cada vez más lejanas, cada vez más parecidas

Un día, ciertos políticos declararon la defunción de los empeños compartido y anunciaron la próxima demolición del puente. Aseguraban que ya nadie quería utilizarlo. Pero la mujer pensó que su memoria y su anhelo no pertenecían a ningún partido. Así que se esforzó por mantenerlos vivo. Por protegerlos. Igual que seguía guardando la ‘senyera’ en el cajón. 

Días difíciles

Llegaron días difíciles. Momentos preñados de desazón y desvarío. Las acusaciones de traición surcaron el aire, dardos afilados. La perversa inacción de unos colisionó con la oportunista quimera de otros. Y el suelo quedó sembrado de pedazos de sueño independentista. Algunos los dejaron ahí, como se abandonan los lastres demasiado pesados. Otros los recogieron y los pusieron a buen recaudo, quizá en algún cajón, como su ‘senyera’. Y aún hay otros que siguen con los pedazos entre sus dedos, dudando de qué hacer con ellos. ¿Arma arrojadiza? 

Ahora, los que recorrieron España agitando la animadversión hacia Catalunya, los de las 896 cajas azules con más de cuatro millones de firmas contra el Estatut, dicen que quieren recuperar la ‘senyera’. Su socio amenaza con intervenciones duraderas y mano dura. Augura tensiones en Catalunya. Y ella juraría que el hombre se relame al vaticinarlas. Como el presentador de un programa de cine que anima a los telespectadores a disfrutar de la próxima película. 

No, el sueño independista nunca fue el suyo, pero sí el de muchos de los suyos. El de su hija, la mediana. Y el de sus dos nietos mayores. También el anhelo de su vecina, con la que cada mañana se toma un café con leche. Y el de un par de buenas amigas… Ninguna de ellas son sus enemigos, son personas a las que quiere, a las que necesita. ¿Qué tipo de político es el que se regocija anunciando tensiones? ¿Cómo se puede presumir de alentar el sufrimiento?  

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Otra vez. Catalunya -la aversión a Catalunya- convertida en pegamento. El rencor avivado y utilizado por esos que tanto dicen amar a España. Patriotas del odio, carroñeros que se alimentan del conflicto, que avivan las brasas de las bajas pasiones. Dicen que defienden la patria, cuando solo la atacan. 

Ella ya ha escogido su voto, este domingo volverá a votar. Con nostalgia y con esperanza, como siempre. Se siente incapaz de predecir un resultado. Solo sabe que su ‘senyera’ permanecerá en su cajón, bien doblada, a resguardo de oportunistas y odiadores.