Pactos postelectorales

De la cumbre fallida de Ginebra al "nos tratan como al servicio"

Para entender el punto al que ha llegado el desencuentro entre republicanos y posconvergentes hay que retrotraerse a la operación urdida por Puigdemont para derrocar al Govern Aragonès

Los tres Governs de Pere Aragonès para evitar elecciones hasta 2025

La paz de Ginebra, sin armisticio

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 El secretario general de Junts, Jordi Turull; la presidenta de Junts, Laura Borràs y el líder del partido en el Parlament, Albert Batet.

El secretario general de Junts, Jordi Turull; la presidenta de Junts, Laura Borràs y el líder del partido en el Parlament, Albert Batet. / David Zorrakino / Europa Press

La reunión convocada entre las cúpulas republicanas y posconvergentes en Ginebra debía ser no solo un alto el fuego. También política de mano tendida, empezando por priorizar acuerdos en ayuntamientos y en las jugosas diputaciones. 

Todo se fue al traste desde el minuto uno cuando en pleno encuentro se filtró que Junts había pactado con los socialistas arrebatar la Diputación de Tarragona a ERC. Uno de los artífices del acuerdo estaba ahí. Albert Batet en carne y hueso, lugarteniente de Carles Puigdemont. Cuando los republicanos pidieron explicaciones, los posconvergentes se encogieron de hombros como si pretendieran negociar con una espada de Damocles sobre las testas republicanas. Marearon la perdiz. También a esa hora empezaban a llegar noticias de pactos sociovergentes para desbancar a ERC en municipios donde los de Junqueras habían ganado. Los primeros, Roses y La Bisbal de l'Empordà. Olía a azufre.

Pese a eso, se celebró la reunión. E incluso se abordó valorar un acuerdo estratégico. Jordi Turull, presente en la cumbre 'fake', había vuelto hacía nada con la matraca de la lista única. Pero en Ginebra la cuestión pasó sin pena ni gloria. Waterloo lo cortó en seco. Aun así, acordaron montar una especie de comisión que Junts dijo delegar en… Laura Borràs. A veces, un nombre da la exacta medida de las cosas. Ahí espabilaron los republicanos. Les estaban tomando el pelo.

Los encuentros sociovergentes para repartirse el pastel prosiguieron. Los republicanos parecían fuera de juego. Pero la altivez que exhibiría Junts -que seguían erre que erre en sus trece- terminó por irritar a los socialistas. El negociador del PSC se levantó de la mesa y mandó a tomar gárgaras al de Junts. Luego pasó el parte a los suyos: "Nos tratan como si fuéramos el servicio. ¡Pero que se han creído!".

La maniobra poscovergente

Lo que Batet creía tener en el saco, se desvaneció. Los republicanos vieron su oportunidad y los socialistas entraron al trapo dejando en papel mojado una entente sociovergente que podría haber tenido carácter general gracias a la ingenuidad de los republicanos y la picaresca de los chicos de Puigdemont.  

Para entender el punto al que ha llegado el desencuentro entre republicanos y posconvergentes hay que retrotraerse a la operación urdida por Puigdemont para derrocar al Govern Aragonès. Ese fue el punto de inflexión de una entente que ya agonizaba. Gobernar con Aragonès era lo último que deseaba Puigdemont. Pero Jordi Sánchez desoyó la voluntad de Puigdemont y pactó con Aragonès. La decisión le costaría la cabeza.

Agazapado, molesto por la presencia de Junts en el Govern, Puigdemont esperó el momento propicio para asestar el golpe. Ideó una cuestión de confianza contra Aragonès que creía precipitaría la convocatoria electoral. El brazo ejecutor fue su fiel Albert Batet. No podía ser una moción de censura porque ésta exige un candidato alternativo. Y optó por una vía más sibilina que debía producir el mismo efecto.

Aragonès reaccionó y echó al vicepresidente Puigneró luego que este hiciera ostentación de estar al corriente de la trama. Fue entonces cuando Puigdemont forzó una consulta interna para sacar a Junts del Govern. No le fue tan fácil como creyó inicialmente. Tuvo que arremangarse y advertir a su entorno que si Junts no salía del Govern quien se planteaba salir de Junts era él mismo. El resto es historia.

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