APUNTE

La culminación por la vía menos guardiolista

El City de Guardiola se corona en Europa con un gol de Rodrigo (1-0)

Rodri, tras el gol de la final: "Jugué horrible, pero Dios me regaló esto"

Guardiola con la Champions.

Guardiola con la Champions. / Franck Fife / AFP

Albert Guasch

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La última vez que Pep Guardiola pudo apoyarse la Champions sobre la cabeza fue en la temporada 2010-2011 tras una exhibición futbolística en Wembley ante el United. Un bellezón de partido aquel (3-1). No se puede decir lo mismo de la representación de Estambul. Faltó el componente artístico en la final que encumbró de nuevo como se merece a Guardiola, personaje referencial en la evolución del fútbol mundial. Aún no es el técnico con más orejonas -honores para Ancelotti- pero es indudablemente un reto a su alcance a la vista del potencial recorrido de este Manchester City.  

Cabe suponer una sensación de liberación enorme en el entrenador catalán, como si le hubieran extirpado un alien del estómago, sometido como ha estado a la endemoniada presión de ganar sin los Messi, Xavi e Iniesta. Atrás quedan tantas semifinales de chascos, sobre todo las tres con el Bayern, y la final descorazonadora hace dos cursos ya con el City. 

En el peor partido que habrá jugado un equipo suyo en sus 15 años en los banquillos, oficial o amistoso, Guardiola hizo historia con el City, como Cruyff con el Barça. La primera siempre será la primera. Y un triplete no es solo un triplete (Premier, Copa y Champions), es una barbaridad solo al alcance de los gigantes. 

Fue una noche agónica para Guardiola, que no debió imaginarse un partido así de trabado ante un Inter que posiblemente mereció ganar. Logró que volvieran a lloverle los confetis con el juego menos guardiolista (un concepto asociado a la belleza y el listón alto) jamás visto bajo su mando. Cabe imaginárselo en el descanso enérgico hasta la convulsión tratando de desentumecer las ideas de sus jugadores, estimular la creatividad, encontrar alguna chispa. Ni asomo de la exuberancia vista en semifinales ante el Madrid. El Inter, muy italiano y muy correoso, le hizo sudar tinta de esa cabeza privilegiada. Inzhagi se ha criado un prestigio en Turquía y una final raramente es un paseo.

Fue la final de Rodri, que sería el sustituto ideal para Busquets, y no tanto la de Gundogan; mal día para fijarse en él. Pero fue otra cumbre para Guardiola, genio indiscutible de la historia del fútbol. Una suerte que sea uno de los nuestros.

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