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Martí Saballs Pons

Martí Saballs Pons

Director de Información Económica de Prensa Ibérica.

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Amores municipales 'tutti-frutti'

Pactar en los ayuntamientos es importante porque el edil empieza con la vara de una amplia mayoría que le permite desbrozar presupuestos

trias collboni

trias collboni / Ferran Nadeu

Los pactos municipales son una delicia de pluralismo, amiguismos y un sentido más que animoso de la política. Margaret Thatcher, aquella primera dama a quien el presidente francés François Mitterrand definió por tener una mirada de Calígula y labios de Marilyn Monroe, estaría horrorizada de lo que ocurre ahora mismo en Catalunya. Si estaba en contra de cualquier tipo de consenso y pactos entre los suyos, los conservadores; con los otros, imagínese.

Un repaso a lo que está sucediendo en diversas poblaciones del noreste ibérico peninsular. En Calonge/Sant Antoni -meca de las librerías locales- pactan Junts, PSC y PP. En Lloret de Mar se aliarán PSC con Junts y Comuns. En Manresa el pacto -salvo sorpresas- será entre ERC, PSC y un partido local. En Girona apuestan por un pacto independentista Guanyem/CUP, ERC y Junts, que impida que gobierne el PSC. Justo al lado, en Sarrià de Ter, pactan PSC y la CUP para que no gobierne ERC. En Roses, ERC no gobernará porque se han unido PSC, Junts y un partido local. En Palafrugell, en cambio, los comunes dicen que no pactarán con el partido «conservador», refiriéndose al PSC, para evitar que estos manden. Una excepción relevante: en Celrà, donde tienen actividad empresas cárnicas, Esteve Química y la de venta de material deportivo Tradeinn, Amunt/CUP ha vuelto a ganar por mayoría y no tendrá que pactar. La lista de ejemplos es inacabable.

Ha habido municipios en Catalunya donde se presentaron más partidos que arena hay en las playas del litoral. Una amalgama de grupos y posiciones que se entremezclan entre ellos: de la extrema izquierda a la extrema derecha, del independentismo 'light' al independentismo irredento, defensores del crecimiento por un lado y del decrecimiento por otro. Hay municipios donde las enemistades personales pesan más que las convergencias ideológicas e identitarias. En el pasado, estas rivalidades familiares se remontan a duelos generacionales.

Pactar es importante porque el edil empieza con la vara de una amplia mayoría que le permite desbrozar presupuestos. Aquellos municipios que carezcan de un pacto estable se arriesgan a convertir cualquier decisión de gasto, por nimia que sea, en un dolor de muelas para sacarla adelante.

En Barcelona, por ejemplo, aún no está claro quién será alcalde. Daniel Sirera, líder del PP, dice ahora que no le importará ofrecer sus votos al socialista Collboni si Ada Colau no entra en el Gobierno municipal. Para Sirera, el independentismo de Trias, el candidato del 'expresident' Carles Puigdemont, pesa más que las afinidades, que son muchas, en un plan de gobierno. A estas horas, que algún candidato logre una mayoría para gobernar con calma suena inviable. En la capital catalana, aprobar presupuestos en los próximos años se prevé una tarea complicada.

Los partidos dan libertad a sus representantes locales para que pacten con quien quieran a nivel local, comarcal, de diputación y autonómico. Se buscan consensos y denominadores comunes. Y, si no sale bien, siempre se puede rectificar sobre la marcha.