El secuestro de la atención sostenida
Otra de las epidemias del momento: la distracción constante
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Llevo unos 10 minutos enfrascada en la lectura cuando suena el timbre. El del rellano. Acudo. Pego la oreja a la puerta, sin abrirla, como la vieja del visillo.
–¿Quién es?
–Hola, buenas tardes. Soy Saúl, tu nuevo vecino. –La voz amable suena a treinta y pocos.
–¿Y qué quieres? —digo, advirtiendo un dejo descortés en la última sílaba.
–Pues, conocernos.
Me cruza el coco una de esas películas norteamericanas en que la vecina recién llegada a la urbanización atraviesa descalza el césped, con una faldita 'evasé' y una tarta todavía humeante entre las manos, para presentarse e invitarme a la barbacoa del domingo. Pero en esta escalera no hay césped, ni verja ni piscina, sino dos pisos turísticos y un trasiego inimaginable de humanidad.
¿Conocernos? Hombre, no estoy leyendo por estricto placer, le explicaría. Tendría que descabezar la columna de mañana. Y contestar correos. O pasar la mopa. O bajar al súper a por huevos. ¿No podríamos escenificar la fórmula de cortesía en otro momento? Todo este galimatías mental se comprime en un solo segundo, tras el que me escucho decir con una voz cándida, desdoblada:
–Oye, ¿en qué piso vives?
–Bueno, en realidad, trabajo en la inmobiliaria Chimpún, que acaba de abrir oficina en esta misma calle y bla, bla, bla.
–No me interesa.
Respuesta desabrida y portazo neuronal. De vez en cuando, aparecen cartas en el buzón para invitarte a tasar el piso, pero nunca antes asomó un 'marketing' tan sofisticado. Tasar el piso, venderlo y largarte. No sé bien adónde, pero a la tentación de un lugar sin ruidos.
El nuevo cociente intelectual
Reanudo la lectura en el punto exacto donde la había abandonado: "Para muchos de nosotros, leer un libro constituye la forma de concentración más profunda que experimentamos". Por increíble que parezca, estaba picoteando el ensayo de Johann Hari 'El valor de la atención: por qué nos la robaron y cómo recuperarla' (Península).
Me apresuré a echarle un vistazo en cuanto vi que lo recomendaba el filósofo y pedagogo Gregorio Luri, en especial el capítulo dedicado al 'desplome de la lectura sostenida'. Vivimos rodeados de tantísima información, sostiene Luri, que la capacidad de mantener la atención y la insistencia son ya el nuevo cociente intelectual del siglo XXI.
La atención, como un motor gripado. No hablamos ya de visitas inoportunas, sino del pajareo de la cabeza, de las nuevas formas de razonamiento que imponen las pantallas y las redes. Según el ensayo de Hari, en 2017 el norteamericano medio pasaba 17 minutos al día leyendo libros y entre 3 y 5,4 horas al teléfono móvil.
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