Sentencia de la UE

La sobreprotección del taxi no es la solución

Todo el empeño dedicado por las autoridades en redactar reglamentos limitadores de la expansión de la competencia del taxi debería sustituirse por la ayuda técnica y financiera al sector para la reconversión

Un taxi circulando por las calles de Barcelona

Un taxi circulando por las calles de Barcelona / Ricard Cugat

Jordi Mercader

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La guerra entre el taxi y el servicio de vehículos de transporte con conductor, los VTC, apunta a una victoria de la competencia. La justicia europea ha puesto la primera piedra, aunque matizando la sentencia con la aceptación de la existencia de una licencia adicional a utilizar de forma objetiva para frenar la contaminación y la congestión circulatoria. Por una razón que se escapa a la lógica, los taxistas creen que los únicos coches que deben limitarse para luchar contra estos peligros para la salud son los de los otros. Habrá necesidad, pues, de nuevas sentencias y estudios científicos para igualar los efectos nocivos de uno y otro servicio y para harmonizar la organización tradicional al derecho de la Unión.

La sobreprotección ofrecida al taxi por los gobernantes locales puede explicarse por la sincera defensa del servicio público o simplemente por el miedo a la capacidad de presión de los taxistas. Sus sindicatos pueden paralizar Barcelona siempre que quieran y probablemente el fenómeno se repetirá el próximo miércoles. Todo es muy comprensible, empezando por el hecho de que el taxista ha comprado a precio de oro una licencia que le concede un derecho que habrá que respetar o indemnizar. No es la primera vez que la autoridad metropolitana ha debido de retirar licencias para adecuar la oferta a la demanda, aunque ninguna experiencia será tan traumática como la que viene.

Todo el empeño dedicado por las autoridades en redactar reglamentos y decretos limitadores de la expansión de la competencia del taxi debería sustituirse por la ayuda técnica y financiera al sector para ir preparando el futuro. El coste de esta reconversión será altísimo y la Gran Via será escenario del cabreo de los taxistas. Sin embargo, los emisores de las licencias tendrán que asumir su responsabilidad e intentar gestionar los tiempos a su comodidad, evitando que un día todo sea urgente por decisión europea. El consuelo es que no será la reconversión más costosa de las pagadas por el Estado.

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