Lionel Messi: Mueren los lugares donde fuimos felices
Julio Ramón Ribeyro sentenció que también mueren los lugares donde fuimos felices. Mejor, por tanto, no volver a ellos
Albert Soler
Periodista
Tengo en la memoria una entrevista a Di Stefano, hace bastantes años, no recuerdo para qué periódico, era en papel, imaginen si hace. Le preguntaron a qué jugador seguía, y respondió algo así como «hay uno que me encanta, el loco ese bajito, del Barcelona, ese que lleva el balón cosido al pie», tan desconocido era Messi que don Alfredo ni siquiera había retenido su apellido. Por aquellos tiempos le preguntaron también a Cruyff, creo recordar que a raíz de que no hubiera ganado Messi su primer Balón de Oro: «Si aprende a combinar con los demás, a no intentar siempre hacer todo él, a jugar al fútbol con inteligencia, no va a ganar un Balón de Oro, los va a coleccionar», vaticinó.
Por algo a Cruyff le llamaron el profeta del gol. No solo colecciona balones de oro, colecciona también ligas, Champions, récords goleadores y de asistencias y algún que otro campeonato americano y mundial con su selección. Durante esta última temporada en el PSG ha añadido a su colección, además del título, 21 goles y 20 asistencias en 40 partidos. No ha sido suficiente, y el coleccionista abandona el PSG tras dos temporadas. París bien vale una misa, pero no vale para Messi.
Afortunadamente para él, de Messi nunca se ha dicho «es uno de los jugadores con más talento de la historia». Cuando de un jugador se dice que tiene talento, nos están diciendo que es un vago, o un vividor, o poco profesional, o sencillamente que lo único que tuvo era eso, talento, que es casi como no tener nada. Como tener un tío en Graná. Lo del talento queda para jugadores como Guti, Mágico González, Gascoigne, Ballotelli y otros que se quedaron en talentosos, como si eso fuera algo. Talento tiene el panadero de mi barrio, que hornea unas barras rústicas para chuparse los dedos. Y ni siquiera él vendería ni una si no se levantara cada día a las seis de la mañana para prepararlas.
Messi se queda sin París, pero peor es lo de París, que se queda sin Messi. Al día siguiente de anunciar la marcha del jugador, el PSG perdió 700.000 seguidores en Instagram. En París desconocían que a los ídolos se les debe tratar con delicadeza. Por eso, en Catalunya los lacistas admitieron sin chistar que Messi no pronunciara ni una sola palabra en catalán tras vivir en Barcelona más de veinte años, y en cambio humillan en las redes a cualquier compatriota suyo que haya llegado hace dos semanas para trabajar de camarero, si no atiende a los clientes en catalán.
Falta por ver dónde va a recalar Messi, no parece llegado el tiempo de finalizar su carrera en el Newell’s de su Rosario natal, como ha confesado que sería su ilusión. Lo suyo sería que él y Ronaldo terminaran en el Espanyol, como hicieron antaño Kubala y Di Stéfano. Sería cerrar poéticamente un círculo, si bien me temo que los tiempos han cambiado y los jugadores actuales se mueven menos por romanticismo que por dinero, y en eso mandan los árabes. Por no mencionar que el Espanyol está en segunda, y no es cosa de llevar a Messi a jugar a Amorebieta, dicho sea con todo el respeto.
Tienen los culés la leve esperanza de que Messi regrese al club que lo acogió y encumbró. No sé si Messi tiene esa misma esperanza. Julio Ramón Ribeyro sentenció que también mueren los lugares donde fuimos felices. Mejor, por tanto, no volver a ellos. Lo de Messi sería ahora un fichaje, y la historia demuestra que, en cuestión de fichajes, el Barça se mueve al azar -quien dice al azar, dice a capricho de comisionistas-, igual te sale un Stoichkov que un Bogarde, un Neeskens que un Petit. Al Barça le van las cosas bien cuando pilla -de nuevo por azar- una buena camada de jóvenes del filial, aunque una formada por Messi, Iniesta, Xavi, Busquets, Pedro, Piqué, Puyol e incluso Valdés aparece una vez en la vida. Eso, con suerte. A la mayoría no se les aparece jamás.
Lo peor de Messi es una vida sin estrépito ni en la cancha ni fuera de ella, eso la gente no lo soporta. ¿Cómo va un futbolista a seguir casado con su novia de adolescencia? ¿Cómo no ha dado positivo alguna vez en cocaína? ¿Ninguna pelea con un fotógrafo? ¿Ningún negocio ruinoso? Hay quien asegura que una vez pateó un balón a la grada del Bernabéu y que otra vez llamó «bobo» a un holandés. Con eso no vamos a ningún lado, así no será nunca idolatrado hasta el paroxismo.
Lo escribió Fontanarrosa, rosarino y también apasionado del fútbol como él, aunque hincha de Rosario Central y no de Newell’s, en 'Lo que se dice un ídolo': "No podés ser ídolo si sos demasiado perfecto, viejo. Si no tenés ninguna fulería, si no te han cazado en ningún renuncio... ¿Cómo mierda la gente se va a sentir identificada con vos? No, mi viejo".
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