Estrategia electoral

La jugada maestra de Trias

Se ha convertido en una fascinante paradoja: ha ganado las elecciones con los gestos, las palabras y el programa del que su escondido partido lleva años huyendo

Xavier Trias durante su comparecencia ante los medios

Xavier Trias durante su comparecencia ante los medios / EFE/Toni Albir

Ernest Folch

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Teóricamente el partido ganador de las elecciones en Barcelona fue Junts per Catalunya, pero resulta que la papeleta oficial decía algo bien diferente: 'Trias x Barcelona', sin que apareciera ningún logo ni ninguna referencia a su propio partido. Para justificar este número de prestidigitación, el propio Trias explicó que 'Trias x Barcelona' era en realidad una coalición de más partidos en los que estaba Junts pero también el PDCat.

En un caso inédito en nuestra democracia, el partido teóricamente ganador ha sido un fantasma escondido debajo de la cama, que permitía cuadrar el círculo de conservar los espacios electorales sin sufrir su desgaste. Lo cierto es que ocultar las siglas ha sido, esta sí, una jugada maestra de Xavier Trias, un viejo lobo de la política que siempre ha confiado en su afilado instinto. Y esta vez la nariz le decía que nada había más peligroso para sus intereses que las aventuras rupturistas de Waterloo.

Trias ha conseguido transitar por la campaña sin apelar ni una sola vez a la independencia y sin por supuesto pronunciar nunca la palabra 'confrontación', el vocablo fetiche con la que Junts ha construido su relato estos últimos años. El día del bautizo de su candidatura, no por casualidad, tuvo en primera fila a Jordi Pujol y Artur Mas, el padre y el hijo de aquel artefacto ganador de elecciones que se llamaba Convergència. La compleja e inteligente alquimia electoral de Trias ha terminado consiguiendo el más difícil todavía: que, sin perder un voto independentista, un cierto elector españolista le prestara el voto para ejercer el 'anticolauismo'.

Votantes de Ciudadanos

Sus espectaculares resultados en los colegios de la zona altísima de Barcelona, donde en algunas mesas rozó el 50% de los votos, se explican no solo por su mordisco a ERC sino también por haber seducido a un buen número de votantes de Ciudadanos: por eso es hasta grotesco que, en el recuento total de las municipales, los votos de Trias en Barcelona se sigan sumando a los de Junts x Catalunya, como si fueran lo mismo. La victoria de Trias ha servido para dejar en evidencia que Junts es un partido fuerte no cuando apela al unilateralismo sino cuando se muestra de derechas desacomplejadamente.

En el 'Barceloneando' de este periódico, Joan Vehils explicaba el pasado domingo cómo el rey, en un acto del Cercle d’Economia, felicitó a Trias por su victoria electoral en el transcurso de una conversación amable. ¿Se imaginan qué tuit incendiario habría escrito Puigdemont si cualquier otro alcaldable independentista hubiese ganado las elecciones hablando solo de motos y calles sucias, disimulando cualquier rupturismo y departiendo amablemente con el rey?

Y es que Xavier Trias se ha convertido en una fascinante paradoja: ha ganado las elecciones con los gestos, las palabras y el programa del que su pretendido, pero escondido partido, lleva años huyendo. O lo que es más interesante: le ha enseñado a su propio partido que el camino hacia el poder es exactamente el contrario del que han andado la última década.

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