Tras las elecciones Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La socialdemocracia transita por el carril central, no por los extremos
Esa ola conservadora y populista parecía solo eclosionar a medias en España. Pero al final ha estallado con resuelto vigor en estas elecciones municipales

Ilustración de Leonard Beard /
Un sabio que aspiraba a que su partido fuera como ese de amplio espectro de Macià y Companys me contó -hace años- que hay que cultivar la tierra en el llano. Y que en las montañas, además de menos terreno cultivable, todo era mucho más arisco.
Me lo dijo tras una entrevista con un político anticapitalista que tres días antes lo había puesto de vuelta y media. Cuando le dije que por qué dedicaba ese tiempo a ese personaje faltón, me dijo que no tenía importancia alguna. Él, mi sabio referente, tenía claro que su terreno de juego era central, las amplias planicies del Baix Llobregat o la Plana de Vic. La metáfora también se podría expresar con conejos. En las cimas de los montes hay pocos y son más huraños. Si quieres cazar muchos ya sabes dónde encontrarlos.
Cabe preguntarse, pues, que, si se quiere transitar por un espacio central porque la voluntad está en representar y defender los intereses del grueso de la sociedad, ¿qué sentido tiene competir por los extremos?
La presente legislatura arrancó en Catalunya apelando a cuatro revoluciones, con un lenguaje que podrían haber compartido tanto los anticapitalistas como las gentes de Colau. Sin duda, bienintencionado. Y de una corrección política ejemplar, además de académica. Aunque no siempre el laboratorio universitario conecta con la calle. Ni con sus problemas. En cambio, quien parece conectar con la calle y sus calvarios son tipos como García Albiol. Aunque tenga que esconder las siglas para no ahuyentar votantes. Parafraseando a otro sabio, este de Sueca: todo espacio central que no ocupa la socialdemocracia lo va a ocupar la derecha.
Entretodos
En el fondo, García Albiol, como Trias, no propuso nada. Tuvo suficiente con levantar la bandera 'anti' y así recoger votos que ayer estuvieron con Valls o con Maragall. Votaron a Trias por hartazgo con lo precedente. Incluso el socio Collboni quiso disputar esa bandera. La del rechazo. Colau juntó a sus fieles. Pero fueron insuficientes ante la marea contraria que había generado.
Malos tiempos para la izquierda ante el vendaval derechista como para encima irse al córner en vez de agarrar sin complejos el carril central. Solo hay que ver que el único candidato del PSOE que no se dio un batacazo es un tipo como García-Page, un contumaz nacionalista español y cuanto menos tan a la derecha como ese Trias que decía ser socialdemócrata.
Cuenta Piketty en ‘Capital e ideología’ que es la actitud ante la distribución de la riqueza y la inmigración lo que determina el voto del grueso de los electores europeos. Piketty es hoy el intelectual de referencia de la izquierda académica y alumbra el pensamiento de esa izquierda que ha hecho de la corrección política un tótem espiritual de verdades.
Ese espacio central son las llamadas clases medias, que son el músculo de una sociedad. Los que pagan impuestos, los que igual hasta ahorran en un piso para compensar -una vez jubilados- una pensión que no llega a los mil euros. A veces mucho menos. Y claro que era necesaria una ley de vivienda. Tan necesario como proteger a ese sufrido ahorrador-propietario que lleva tres años acarreando con los gastos de ese piso que alquiló y por el cual dejó de percibir renta alguna a los tres meses. Esa socialdemocracia que rehúye a su cuerpo electoral mientras asiste impasible ante una injusticia no es tal.
Esa ola conservadora y populista parecía solo eclosionar a medias en España. Pero al final ha estallado con resuelto vigor en estas elecciones municipales. También autonómicas como en ese Madrid donde ha barrido Ayuso.Escuela, trabajo y familia. Esa tríada -y la última sin complejo alguno- deberían grabársela a fuego los socialdemócratas. Y vale ya con los dogmas. O con el ‘buenismo’. Derechos y deberes. ¡Para todos! Seas propietario o vivas de alquiler. Nacido en Rabat o en Ripoll. Y, por supuesto, claro que no hay que dejar a nadie atrás. Lo que tampoco sirve es desamparar a las clases medias y freírlas a impuestos mientras –ahí estuvo fino Ximo Puig– buena parte de ellas están empobrecidas con la inflación. Por eso, como ejemplo, ese cheque de 100 euros para comprar libros es correcto. ¿Por qué motivo habría que excluir a los que les sale positiva la declaración de la renta? Como hay que apoyar sin remilgos a esos más de 600.000 empresarios que dice tener Catalunya. Son un tesoro, no una maldición.
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