La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El infinito en las flores violeta del jacarandá
Sobre la publicación de la obra completa de José Jiménez Lozano

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, AVISADOR Y SUBVERSIVO /
Nunca hice amistad con los relojes. Solo tuve dos fiables: un Omega con correa de cuero, descarte de mi padre, y otro, un obsequio muy querido, que me birlaron de un tirón en la plaza Roja sin que ni cuenta me diera. Enseguida después se echó encima la era de los teléfonos móviles, que arrumbó la necesidad de poseer un cronómetro. El reloj de pulsera de Tete Montoliu, enorme pianista de jazz, lo heredó la cantaora Mayte Martín; me acuerdo de esa confidencia siempre que escucho el disco ‘Free boleros’. Te pones a pensar en relojes, y las imágenes se arraciman como rabos de cerezas. De pequeños, en el cole, solíamos pintarnos un reloj con boli, los diestros en la muñeca izquierda.
—¿Qué hora es?
—Las carne y hueso.
Aquellos relojes infantiles marcaban indefectiblemente las diez y diez, en un cándido juego que encerraba, sin embargo, una temprana intuición poética: el tiempo grabado sobre la piel en color azul Bic, el instante fugaz prendido en la carne con alfileres, como las alas de polvo de una mariposa.
La lluvia lila
Parece que quiere llover. Desde el balcón atisbo la rama de un jacarandá, raquítico pero jacarandá al cabo, un árbol de las Américas que alcanza en estos días el esplendor de su floración azul violáceo. Dura un suspiro la lluvia de flores lilas, apenas desde finales de mayo hasta la verbena de Sant Joan y la irrupción llameante del verano. ¡Ah, los jacarandás de Lisboa! Lo bello es bello porque revela el infinito en lo finito.
Si alguien conoció bien la conexión íntima entre plenitud y transitoriedad fue el escritor abulense José Jiménez Lozano, premio Cervantes 2002, una mirada sabia que supo llenarse de afecto por la existencia, por la travesía del ser, a pesar de todo: «Si has amado la belleza del mundo / desesperadamente, nunca / cederás al polvo y la ceniza. / Desesperadamente, esperas / la glorificación de la carne destruida. / Es un implacable corolario». Canela en rama.
Un escritor a quien admiro me avisa de que la Fundación Jorge Guillén ha iniciado la publicación de las obras completas de Jiménez Lozano, empezando por sus nueve diarios, cuadernos de todo en dos tomos, cuya escritura estrenó en 1973, a los 43 años. La última anotación la hizo el 13 de enero de 2020, a los 89. Consignaba en la entrada la feliz llegada a sus predios de dos aves, una perdiz, encantada de exhibir sus «medias rojas», y otro pájaro que parecía llevar lentes, o quizá solo fueran ojeras (¿sería un herrerillo?), observante del mundo con profunda interrogación, un paisaje del que el poeta se despidió apenas 55 días después.
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