Agua corriente

Dame la mano

La neurociencia demuestra que las víctimas de violación se quedan "congeladas"

Esta semana, la escritora Emma Riverola asiste a una agresión sexual a través de la mirada más antigua

Manifestación del 8M en Barcelona

Manifestación del 8M en Barcelona / Manu Mitru

Emma Riverola

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Te está pasando, y no sabes cuánto lo siento. En este momento, justo ahora, hay muchas como tú. Ya sé, no es consuelo. No era mi intención relativizar tu dolor. Lo conozco muy bien. El mío está perdido en los tiempos, pero no dejo de revivirlo. Una y otra vez. También ahora. En tu piel. En tu impotencia. 

No puedes moverte. No entiendes lo que te está ocurriendo. Has perdido el control de tu cuerpo. Te horroriza esa parálisis. No, en realidad, no es la parálisis la que te horroriza, lo sé. Pero no sabes por qué tus brazos, tus piernas no se rebelan, por qué no arañan, patean o golpean, por qué no parecen formar parte de ti. No entiendes nada, pero yo sí. Y por eso tienes que escucharme, es importante que lo hagas. Olvídate de tu cuerpo, y sálvate. Solo si sobrevives podrás rescatarlo después. 

Respira, eso es. Concéntrate en seguir respirando. Mira al cielo. O no lo mires. Cierra los ojos y piérdete en la oscuridad de los días. Yo estoy contigo, agárrate a mí, no te soltaré. Tampoco dejaré que te alejes para siempre. En algún momento, en un tiempo que ahora no podemos medir, todo acabará. Entonces, regresarás y podrás empezar a curar las heridas.  

No hagas caso a los que te digan que es una condena de por vida. No dejes que te aten para siempre a este lugar, a este momento, a este cuerpo que él cree estar poseyendo. No, nada de lo tuyo es suyo. Tú no estás ahí, recuérdalo. Estás asida a mi mano, recorriendo las fronteras entre el mito y la realidad, atravesando los relatos que lograremos reescribir. Tú también lo harás. Renacerás.  

Escudo protector

Ahora, deja hacer a tu cuerpo. Aunque no lo entiendas. El riego sanguíneo está aumentando en los músculos pélvicos, en tu vagina, vejiga y ano. Sí, estás lubricando. Y ese flujo no es tu vergüenza, deja de sentirlo así. Es tu defensa. El escudo protector que impedirá más laceraciones. Sigue respirando. Concéntrate solo en respirar.  

Estás sintiendo un orgasmo. En medio de este horror, atenazada por el miedo y el dolor, a la orilla opuesta del placer, tu cuerpo se estremece. No te estás volviendo loca, tu cuerpo sabe lo que hace. Son solo reacciones fisiológicas puestas al servicio de tu salvación. Vamos, no te vengas abajo. ¡Claro que van a creerte! No te preocupes ahora por todo eso. El tiempo de cubrirse de cenizas ya pasó.  

No te atrevas a asomarte al abismo de la culpa. ¡He dicho que te agarres a mi mano! Olvídate de historias de vírgenes, mártires y pecadoras. ¡Cuántas leyes y cuántos sermones se han vertido para someternos! En mi boca también pusieron lamentos, hablaron de mi desesperación al haber abandonado la casa del padre y estar emprendiendo sola un extraño viaje. Malditos poetas, rastreros siervos del poder. Aquí solo hay un culpable, y no eres tú. La calle y la noche también son tuyas. No pienses que otra ruta u otra hora te hubieran salvado. Que no debías haberte atrevido a internarte tú sola. Que te creíste demasiado fuerte… que te creíste demasiado.  

No hay lugar seguro, ¿entiendes? Las alimañas se esconden en los lugares más inesperados. También en los hogares, en las oficinas, en esas fiestas de amigos… mejor saberlo. ¿Que quién soy? Está bien, te cuento mi historia si tú te concentras en respirar. 

Soy hija del rey fenicio Agénor y de su mujer Telefasa. Me hallaba en un prado con otras mujeres cuando un toro blanco se acercó a mí. Era tan manso, tan bello, que lo adornamos con flores. Me atreví a montarlo y, en ese momento, echó a correr hasta llegar al mar, no se detuvo hasta llegar a Creta. El toro era Zeus y yo soy Europa. Seguro que has oído mil veces mi historia. Le llaman rapto, pero es violación. La agresión sexual más famosa de la historia, glosada por los poetas más brillantes y representada por los más ilustres maestros. Millones de niños y niñas han crecido observándola, normalizándola.  

Eso es, no te hundas. Déjale que entre, que salga, que se vaya, y después la ira caerá sobre él. Porque caerá. Tiene que caer. Lo conseguiremos. Cógete a mi mano, no te rindas.  

Suscríbete para seguir leyendo