Juana Dolores

Un meteorito sobre el dinosaurio Trias

Desearle la muerte a un político que ha vencido en unas elecciones democráticas ha sido aceptado con deportividad por casi todo el mundo

Leonard Beard

Leonard Beard / Leonard Beard

Albert Soler

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Vaya por delante que los deseos, deseos son, y no deben penalizarse. Eso es como cuando en un campo de fútbol cantan “Vinicius muérete”, que con no hacer caso de lo que le sugieren, se acabó el problema para Vinicius. A mí mismo, suelen desearme la mar de cosas malas en las redes sociales, y aquí estoy, tan tranquilo; de salud bien, gracias. Los deseos solo se cumplen en los cuentos y por mediación del genio de la lámpara, tanto da la intensidad que uno ponga en ellos; no hagan caso de los libros de autoayuda que dicen lo contrario. Se lo aseguro yo, que durante toda mi adolescencia deseé con fervor yacer con Raffaella Carrà, y no hubo manera, es que ni cerca estuve de conseguirlo. O sea que no seré yo quien critique que una tal Juana Dolores -poetisa al parecer- desee que le caiga un meteorito en la cabeza a Xavier Trias. Puede Trias estar bien tranquilo y salir a la calle sin mirar al cielo.

Se le podría reconvenir a la poetisa, eso sí, que el impacto de ese cuerpo espacial acabaría no solo con el candidato a alcalde de JuntsxAplastamiento (o como se llamen hoy), sino con muchas otras personas, tal vez incluso con todos los catalanes, dependiendo del tamaño del pedrusco cósmico. Juana Dolores se podía haber conformado con que le cayera a Trias un tocho en la cabeza al pasar bajo una obra: el resultado para el político sería fatalmente el mismo y a los demás no nos afectaría directamente. Ni una cosa ni otra va a producirse por más que una exprese sus deseos en voz alta en un programa televisivo -ya hemos dicho que los deseos, como los sueños, deseos son-, pero también a la hora de desear se debe tener mesura, no vamos a matar moscas a cañonazos ni políticos a meteorazos. Imagino que Juana Dolores leyó en algún sitio que fue un meteorito el que extinguió a los dinosaurios, y rápidamente relacionó a Trias con uno de esos bichos, no porque sea un dinosaurio de la política -que lo es-, sino porque Trias le suena a triceratops, no en vano acabamos de saber que los jóvenes catalanes están a la cola de España en comprensión lectora.

Gracias a los deseos astrofísicos de Juana, me he reconciliado con la tolerancia de los catalanes, que yo creí desaparecida en combate, me refiero al combate del 'Procés'. Desearle la muerte a un político que ha vencido en unas elecciones democráticas ha sido aceptado con deportividad por casi todo el mundo, y hacerlo desde la televisión pública catalana ha sido admitido con toda naturalidad. Seguro que con la misma deportividad y naturalidad que se aceptaría que un escritor español manifestara que su mayor ilusión sería que un tren arrollara al Vivales, o que Junqueras no sobreviviera a una indigestión, al fin y al cabo, se trataría solo de deseos inocuos, una forma de hablar, ya saben ustedes. Ni por un momento se me ocurriría pensar que esas ansias homicidas se aceptan solo si eres mujer, joven y aseguras que has leído a Gramsci, aunque todo lo que hayas leído de este sea su nombre en la solapa de un libro, o tal vez ni siquiera ahí sino en un grafiti del extrarradio. No dudo que a todo el mundo le parecería igual de bien que un hombre de mediana edad, lector de Dionisio Ridruejo y de derechas de toda la vida, manifestase en 'prime time' que anhela que se derrumbe el Palau de la Generalitat con todos los 'consellers' en su interior. ¿Que no?

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