Elecciones municipales y autonómicas

Gran giro a la derecha

La victoria del PP, en solitario o con la muleta de Vox, obedece a lógicas amplias que van más allá de la dinámica local y autonómica

Alberto Núñez Feijóo vota en el colegio electoral Ramiro de Maeztu en Madrid.

Alberto Núñez Feijóo vota en el colegio electoral Ramiro de Maeztu en Madrid. / JOSÉ LUIS ROCA

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

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La incontestable victoria del PP el 28-M es de tal magnitud que es imposible analizarla tan solo en clave local y autonómica. La cantidad y calidad de las victorias de Alberto Núñez Feijóo, las tendencias que afianzan y las nuevas que crean van más allá de las lógicas locales y autonómicas de una campaña que, además, ha estado marcada por la política nacional. A la estrategia del PP de convertir el 28-M en una primera vuelta de las generales respondió el PSOE de Pedro Sánchez con el BOE, con la implicación directa del presidente del Gobierno y con la hoja de servicios de un Ejecutivo que ha gestionado una pandemia y una guerra. Y las urnas han dictaminado un espectacular giro a la derecha: el electorado que más se ha movilizado ha sido el de derecha, el bloque que ha reordenado mejor sus siglas con la desaparición de Ciudadanos ha sido el de la derecha, y la suma de PP y Vox dibuja mayorías allí donde el PSOE ha aguantado el tipo. No se trata, además, de un simple giro a la derecha: de la derrota del demonizado sanchismo el 28-M surge una derecha muy dura.

Los resultados del PP más duro, el de Madrid y el de Xavier García Albiol en Badalona, son espectaculares. La implantación territorial de Vox es un hecho indiscutible, pero no le alcanza para ser más que la muleta del PP allí donde no llega en solitario. La desaparición de Ciudadanos apaga el espejismo liberal en el bloque de derechas. A falta de ver cómo se materializan las negociaciones entre el PP y Vox, el 28-M certifica que el pacto entre la derecha y la ultraderecha está naturalizado en la política española. Feijóo prefiere gobernar él solo sin Vox, y el camino para hacerlo se lo han mostrado Isabel Díaz Ayuso, José Luis Martínez-Almeida y García Albiol: achicar y eliminar el espacio a la derecha de la derecha, ser en el universo antisanchista un partido 'catch it all' sin complejos. Vox debe tomar nota en las negociaciones que ahora se abren y en el camino hacia diciembre: puede convivir con el PP e influir, pero no condicionarlo en exceso. Puede apretar pero no ahogar, porque en ese caso corre el riesgo de que el voto útil de derecha se le gire en contra. Todo vale contra el sanchismo, incluso los sacrificios.

Reflexión profunda

El retroceso de la izquierda debe generar una reflexión profunda. En el PSOE, porque la magnitud de algunas derrotas (Andalucía se ha convertido en un símbolo muy doloroso para el socialismo) tiene tintes históricos. Solo Catalunya aguanta el tipo, con un PSC al alza que afianza feudos tradicionales y conquista nuevos. No es casual que solo en Catalunya los votos de Ciudadanos no hayan acabado en el saco del PP. Hay lecciones para el socialismo del PSC, pese a las peculiaridades de la Catalunya posprocés. Pero el resto son malas noticias para el socialismo: ni los más barones más díscolos con la línea sanchista ni los nuevos liderazgos impulsados por Ferraz han podido capear el temporal. A veces, porque la fragmentada izquierda de la izquierda ha naufragado por todo lo alto. Ese es otro mensaje del 28-M: la izquierda del PSOE ni puede, ni suma ni está unida. Más bien resta y desmoviliza. Y en una realidad de bloques, es un lastre para diciembre. Y por cierto: Bildu, en el centro de la campaña, ha logrado espléndidos resultados.