Error del sistema

El miedo va calando

El Brexit nos enseña cómo el miedo a la migración nos debilita, nos acobarda y nos vuelve vulnerables, hasta el límite de tomar decisiones que nos resultan perjudiciales

Emma Riverola

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Andamos estos días midiendo nuestro grado de racismo. Un buen modo de tomar la temperatura es analizar los discursos sobre la migración. La xenofobia se cuela en la mayoría, y no solo en los abiertamente contrarios. Demasiadas veces, se defiende la migración desde un punto de vista utilitarista: los necesitamos, por tanto, aceptémoslos. Es un discurso que anima a ‘soportar’ al extranjero, convirtiéndolo en simple herramienta de usar y tirar a nuestra conveniencia. Observar lo ocurrido en Reino Unido resulta paradigmático. 

"Cualquier persona normal haría bien en estar preocupado si un grupo de rumanos se instala en la casa de al lado”, esta fue una de las lindezas racistas que Nigel Farage, uno de los principales impulsores políticos del Brexit, lanzó en plena campaña en favor de la salida de la UE. Aunque se retractó de sus palabras aludiendo fatiga (¿?), el mensaje antiinmigración acabó calando. "Lo que tenía que haber sido un referéndum sobre la pertenencia a la estructura política y económica de la UE, derivó en una consulta en la que la llegada masiva de inmigrantes se convirtió en el centro del debate" (Observatorio de la Migración de la Universidad de Oxford).

El Brexit se impuso porque una mayoría se convenció de que los inmigrantes eran culpables de sus males y de que se libraría de ellos al abandonar la UE. Ahora, la Oficina Nacional de Estadística inglesa ha notificado que el Reino Unido está registrando cifras récords de inmigración. La inmensa mayoría, extracomunitarios. El supuesto objetivo prioritario tan solo era un dinamizador emocional. 

Buena acogida

Hoy, el 57% de los británicos está a favor de volver a ingresar en la UE. El Brexit ha sido nefasto: recesión, colapso de servicios públicos, incremento prohibitivo del coste de la vida… El fiasco no solo ha sido económico, también para su democracia -la constatación de las mentiras- y, por supuesto, para la convivencia. Los incidentes de odio se exacerbaron los días posteriores al triunfo de la separación. 

El Brexit nos enseña cómo el miedo a la migración nos debilita, nos acobarda y nos vuelve vulnerables, hasta el límite de tomar decisiones que nos resultan perjudiciales. No es solo que nos haga éticamente peores, es que nos llega a convertir en nuestros propios enemigos. Sumidos en los prejuicios y el miedo a lo desconocido, calan los mensajes que presentan a los inmigrantes como una amenaza. Ahondar en una buena acogida es el único camino posible para defendernos de los que, de verdad, amenazan la libertad, la convivencia y el progreso.