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Tras una campaña de alta tensión

El cómputo global de las municipales indicará el ganador, pero también contará la diferencia de votos y lo que pase en algunos lugares emblemáticos

El presidente Pedro Sánchez, con el alcaldable Jaume Collboni, el líder del PSC, Salvador Illa y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero

El presidente Pedro Sánchez, con el alcaldable Jaume Collboni, el líder del PSC, Salvador Illa y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero / FERRAN NADEU

Joan Tapia

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No ha sido una buena campaña. Los dos grandes partidos, sabiéndose en el prólogo de las generales, querían ganar y dejar tocado al adversario. El PSOE, desgastado por las incoherencias del pacto con Podemos -con pelea entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias- lanzó una campaña para unir y movilizar a la izquierda: una ley de la vivienda que no había podido pactar en tres años y que sacrifica el rigor a las propuestas fáciles. Prioriza el control de precios -que no funciona- ante la exigencia de que los alquileres dejaran de subir. 

Y añadió promesas como aumentar los servicios sociales y la igualdad. Por ejemplo, que un 40% de los miembros del Consejo General del Poder Judicial y del Constitucional sean mujeres. Vale, pero no es muy lógico en una campaña contra el PP, pues la Constitución obliga -y durante la legislatura no se ha logrado- al acuerdo entre los dos grandes partidos.  

Y el PP, cuando ha visto que la economía no se hundía (la CEOE acaba subir del 1,3 al 1,9% la previsión del PIB en 2023) ha contestado agitando todo lo que podía contra el PSOE. Acusándole de complicidades inadmisibles cuando se supo que en las listas de Bildu había 44 condenados por terrorismo. El PP remachó al decir que la ley de vivienda estaba construida sobre Hipercor pues se pactó con Bildu. Y Ayuso ha pedido ilegalizar a Bildu, como hizo Aznar con Batasuna, pero cuando ETA existía y asesinaba. 

El PP no podía naufragar ante las promesas de Sánchez que seguían a las subidas del salario mínimo y al pacto de pensiones con los sindicatos y ha recurrido a todo lo que le podía ir bien para debilitar al PSOE y derogar el sanchismo. Tampoco ha querido dejar un espacio a su derecha que alimentara a Vox. Y veremos el futuro de Yolanda Díaz con su híbrida campaña: apoyar en las autonómicas valencianas a Héctor Illueca, candidato de Podemos, para que llegue al 5% y salve el pacto del Botánico, y en las municipales al alcalde Ribó, para que Compromís conserve la alcaldía de València. 

El resultado en las comunidades de Madrid y valenciana y en los ayuntamientos de Barcelona y Sevilla serán observados con especial atención porque indicarán las fuerzas ante las generales de diciembre

La campaña ha sido mala, ha separado aún más a los dos grandes partidos y ha acabado en acusaciones de compra de votos, con el PSOE recibiendo latigazos por Mojácar, Melilla y la acusación al número tres del partido andaluz de haber instado el secuestro de una concejala socialista. A Sánchez la campaña se le ha hecho larga.

Veremos los resultados. Parece probable que -al contrario de lo que vaticina el CIS- en el cómputo global el PP quede primero. Aunque solo sea por el desgaste del 'Gobierno Frankenstein' y la suma de los votos que en 2019 fueron a Cs. El quid está en la cuantía de la diferencia. Dos puntos sería una victoria del PP, más de cinco una debacle socialista.

Y luego están los emblemas. Si el PSOE mantiene la alcaldía de Sevilla habrá fijado un límite. Caso contrario, Moreno Bonilla habrá culminado la reconquista de un territorio perdido por la derecha en las elecciones andaluzas de 1981. El PP tendrá un gran triunfo en Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso puede consolidarse como un poder fáctico con futuro. Y en Murcia. Pero, ¿qué pasará en las otras nueve comunidades -entre ellas Aragón, Extremadura, Castilla-La Mancha y Valencia- en manos del PSOE? 

Quizás una clave sea la Comunidad Valenciana. Es la más poblada de las que se disputan, hasta el 2015 era del PP y Ximo Puig es un socialista realista que se apoya en la izquierda (Compromís y un Podemos con menos peso que en Madrid), pero no ha caído en las derivas de Sánchez. La última encuesta de Prensa Ibérica dice que Puig, aunque por la mínima, puede volver a ganar. Y su mensaje -la política es conciliar intereses, no confrontar y crispar- abre un resquicio a superar la bipolarización. ¿Puede pasar algo así en alguna comunidad como Aragón?

Y luego está Barcelona. Collboni cree que llegará primero y si lo logra será también una victoria para Illa y para Sánchez. Demostraría que la política de desinflamación con Catalunya ha permitido al PSC ganar por segunda vez al independentismo (Illa ya ganó las autonómicas) y ahora también al populismo de Ada Colau y Yolanda Díaz.

Sánchez está a la defensiva y necesita algún triunfo. Feijóo busca una victoria clara para coger la autopista de las generales. No ha sido una buena campaña, pero en política cuentan los resultados. Toca esperarlos.

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