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"Papá, ¿y tú a quién votarás?"

Más allá de contar las siglas partidistas, es fundamental explicar a los niños la relevancia de depositar un voto en una urna

Niños urnas

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Martí Saballs Pons

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Mi hija de casi 10 años empezó a insistir, interrogándome incansablemente, para que le dijera a quién iba a votar en las elecciones de este domingo. Le intenté argumentar que no pensaba decírselo, que el voto es secreto y que nunca lo he querido desvelar. Tampoco quiero arriesgarme a que, si se lo digo, se le pueda escapar en cualquier comentario inocente con otros niños o personas. Refunfuñó, no muy convencida. Su hermano, un año menor, aprovechó para asegurar que él votaría a fulano de tal, que se presenta a alcalde de Manresa, porque es tío de uno de sus amiguetes. Le insinué que no sé si esta es razón suficiente para favorecer a un candidato o a otro. La pequeña, casi 7 años, levantó un momento la vista del libro para escucharnos, pero regresó a la lectura.

A lo largo de estos 15 días, la aparición de los carteles de los candidatos en las calles de todas las poblaciones ha servido para enseñar qué es democracia a los niños e intentar responder a ¿qué se vota?, ¿por qué se vota?, ¿por qué se envían tantas cartas al buzón?, ¿por qué no puedo votar?, ¿por qué hay distintas personas en las fotos de cada pueblo?, este señor que se llama Pedro Sánchez ¿se presenta? y ¿el Rey va en alguna lista?

Primeros recuerdos

Mis primeros recuerdos electorales se remontan a las primeras elecciones generales de la Transición, 15 de junio de 1977. En el colegio empezamos a hablar de política con fervor, casi por imitación a los mayores. Había compañeros que recordaban la implicación de sus abuelos en la política local en los años de la República, eminentemente en ERC.  Aquellos niños se repartían entre los que apostaban por este partido mientras otros lo hacían por el Pacte Democràtic que lideraba un tal Jordi Pujol, o por el PSC, el carnet que por entonces tenía mi padre.

En el Empordà la figura del histórico dirigente socialista Josep Pallach, que había fallecido en enero de aquel año, tenía aún mucha fuerza. A Adolfo Suárez, ganador de aquellas elecciones, lo trajo a La Bisbal dos años después, en otra campaña electoral, el líder local de UCD en la población, el gran señor Joan Sans. Desde aquellas elecciones, nunca más supe a quién votaron mis padres. Nunca se lo pregunté. Las conversaciones sobre política y su contexto se fueron realizando con educada normalidad. Sí que el 23F se vivió con tensión. Todos delante del televisor.

Más allá de contar las siglas partidistas, es fundamental explicar a los niños la relevancia de depositar un voto en una urna. La capacidad de poder elegir quién nos gobernará y a quién podremos pedirle cuentas por el uso que hace de los impuestos que pagamos. De todas las elecciones que existen, son las locales las que permiten una mejor pedagogía. Los candidatos no prometen abstracciones. Tocan con los pies en el suelo. Los votantes decidimos acorde a la limpieza de su población, la seguridad, la vivienda, la oferta cultural y deportiva, la capacidad de poder encontrar empleo fruto de que haya políticas de atracción de inversiones, o, lo más simple, por la confianza y la simpatía que genere el candidato. Que sea de un partido u otro es (casi) irrelevante.

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