Desperfectos

La huella del 'procés'

En Catalunya lo indicativo será la potencia municipal que gane o pierda el independentismo, aunque se presente con el sombrero cambiado

Una persona deposita su voto en la urnas durante las elecciones municipales de 2019.

Una persona deposita su voto en la urnas durante las elecciones municipales de 2019. / Joan Cortadellas

Valentí Puig

Valentí Puig

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El rayo de luz del independentismo acabó dejando la vida pública de Catalunya en una semioscuridad ambigua, mechada de frustraciones y arbitrariedades. ERC y Junts, dos partidos motores del 'procés', siguen con la táctica de hacer como si no hubiese pasado nada, con el objetivo de llegar al ayuntamiento de Barcelona gracias al voto de quienes añoran el pujolismo más posibilista. Pero quizás el PSC tenga la alcaldía más a mano, precisamente por el resquebrajamiento del bloque nacionalista y el balance tan precario de Ada Colau. El PSC solapa dos tácticas, la de Pedro Sánchez y la de Salvador Illa, con la intención de ser de nuevo la lancha de desembarco del empresariado afín en Madrid aunque a la larga podría ocurrir que el PSC tenga Barcelona y el PSOE acabe quedándose sin Moncloa. A veces, un cambio de sombrero al bajar del tren es suficiente para un electorado harto de perder el tiempo y al que, sobre todo, le interesa más lo que le dicen que pasará que saber por qué ha pasado lo que ha pasado. 

En Barcelona, como parte de un diagnóstico más general pero sobre todo por la política de Ada Colau de cambiarlo todo porque sí, la crisis de autoridad es ostentosa. Esa es la inquietud de los ciudadanos que buscan una alternativa suficientemente articulada que dé por hecho que las ciudades se hunden sin la ley y el orden. Consideran que Barcelona es una ciudad bilingüe y que se puede usar mejor el dinero público incluso gastando menos. Sospechan que el identitarismo perjudica el pluralismo crítico. Querrían inmigración con papeles y respeto a la propiedad

Pujolismo

Para quien considere el 'procés' como una fractura de alto precio, al contar los votos del próximo domingo lo primordial no es si en conjunto sale ganando el PSOE o el PP. En Catalunya lo indicativo será la potencia municipal que gane o pierda el independentismo, aunque se presente con el sombrero cambiado. La imagen de los alcaldes independentistas blandiendo la vara en la escalinata del parlamento autonómico tuvo mucho peso en los días previos a la declaración unilateral de independencia. No son pocos los ayuntamientos que siguen negando el Estado. En Barcelona, tanto en el Ayuntamiento como en la Diputación, la posibilidad de recaer en el error secesionista sería un factor aún más regresivo. La salvedad de que Junts y ERC estén en guerra no es un consuelo. Ahí siempre queda la Diputación de Barcelona para hacer pactos de naturaleza susurrante, en los que el PSC también ha usado el 'fast track', del mismo modo que ha estado presente en el desgobierno municipal de Ada Colau.  

Es una hipótesis suculenta: ERC dispone de la Generalitat mientras que Junts entrega la alcaldía al PSC y se queda con la Diputación para reconstruir lo que se llama el espacio del pujolismo, como aquella teoría sobre la electricidad cerebral que galvanizaba un cuerpo muerto. En realidad, son partituras con músicas de antaño. El nuevo Pujol que reactualice ese espacio, si eso es posible, está ahora mismo probando el teclado de su primer videojuego. Las pisadas del 'procés' han ido más allá de la empalizada. No incentiva que la estabilidad institucional sea solo una nostalgia.