Inteligencia artificial, vileza natural
El aquelarre que se ha organizado con la presencia de exterroristas en las candidaturas electorales de Bildu es la confirmación inapelable de que se pueden decir estupideces supinas y airear mentiras de calibre grueso sin necesidad de apoyarse en la IA
Carles Francino
Periodista
No sé si Yuval Noah Harari, el autor de 'Sapiens', se pasa de frenada cuando dice que “la inteligencia artificial es una amenaza a la existencia humana” y que “ha 'hackeado' el sistema operativo de nuestra civilización”. Es verdad que los propios creadores del revolucionario ChatGPT, así como una larga lista de científicos, intelectuales, pensadores de distinto pelaje e incluso algunas instituciones políticas abogan por embridar el avance más disruptivo de las últimas décadas. Pero no todas las opiniones son tan alarmistas, quizás porque el apartado de posibles beneficios también es extenso y además cuesta ponerse en lo peor. Yo, desde luego, me resisto a pensar que el ser humano no pueda encontrar mecanismos para evitar que las máquinas nos colonicen. Y, sin embargo, este optimismo antropológico del que tanto presumo se tambalea cuando repaso determinados aspectos de nuestro paisaje colectivo. Algunos nos pueden parecer remotos, como por ejemplo el impúdico aprovechamiento que hace China de cualquier avance tecnológico para controlar, aún más, al personal. O la imposibilidad cósmica de que en Estados Unidos se pongan de acuerdo para evitar que los fusiles de asalto estén al alcance del primer descerebrado al que se le antojen. No veo yo, por cierto, que ninguno de estos dos gigantes mundiales esté por la labor ni de frenar ni de regular nada. Pero, en cualquier caso, no hace falta irse tan lejos.
El aquelarre que se ha organizado con la presencia de exterroristas en las candidaturas electorales de Bildu es la confirmación inapelable de que se pueden decir estupideces supinas y airear mentiras de calibre grueso sin necesidad de apoyarse en la inteligencia artificial. Por eso flaquea mi esperanza: porque al final las máquinas replican lo que ven, o lo que se les enseña. Y si alguien es capaz de soltar que “ETA sigue viva y está en el poder”, o que “los cimientos de la ley de vivienda se hallan sobre las cenizas del atentado de Hipercor”, luego no le echemos la culpa al algoritmo. La vileza, la indignidad, la malicia o la iniquidad son atributos estrictamente humanos
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