Discriminación

Cuidar la vida

La falta de corresponsabilidad impacta en la vida y en la salud de las mujeres. Obviarlo es negar la discriminación estructural que sufrimos en el trabajo productivo y en el reproductivo

Los retrasos en la ley de familias lastran las medidas de conciliación

Los retrasos en la ley de familias lastran las medidas de conciliación

Sònia Guerra

Sònia Guerra

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“Si es antes de las seis de la tarde puedo”, “mejor si es por la mañana”, “si implica viajar, no”… Estas son sólo algunas expresiones en las que muchas mujeres nos reconocemos, obligadas cada día a compaginar vida laboral y familiar. Y escribo mujeres, aunque en realidad me gustaría escribir también hombres. Pero la realidad es tozuda. Los permisos no retribuidos tienen rostro de mujer. Los datos lo muestran. El 85% de las excedencias las protagonizan mujeres, el 95% de las personas que se ausentan del mercado de trabajo para cuidar a una persona dependiente son mujeres. Y las mujeres destinamos quince horas semanales más que los hombres al trabajo doméstico. Quince horas semanales más son el equivalente a 780 horas anuales, lo que a su vez equivale a un mes. Es decir, las mujeres no tenemos derecho a las “vacances pagades” de Pere Quart.

La falta de corresponsabilidad impacta en la vida y en la salud de las mujeres. Obviarlo es negar la discriminación estructural que sufrimos las mujeres en el trabajo productivo y en el reproductivo. Obviarlo no es neutro. Y es nuestra obligación como legisladores y legisladoras no solo advertirlo, sino también denunciarlo e insistir en que cualquier norma tenga en cuenta el impacto de género.

Sin duda, todos los instrumentos legales deben tener esa perspectiva feminista, pero aún más la futura ley de Familias. Una norma que debe reconocer la diversidad familiar existente en nuestra sociedad, al mismo tiempo que apueste, sin duda, por hacer compatibles los tiempos de trabajo con los tiempos personales y familiares, tal y como establece la Directiva Europea relativa a la conciliación de la vida profesional y familiar. Una ley que debe, por ejemplo, reconocer el derecho a acompañar a nuestros hijos e hijas a los servicios médicos o ampliar los permisos de los trabajadores y trabajadoras en caso de tránsito de un hijo o hija, así como reconocer el permiso por pérdida gestacional. En definitiva, se trata de aprobar nuevas leyes que amplíen los derechos de ciudadanía. Leyes que reconozcan la diversidad existente en nuestra sociedad. Leyes que den respuesta a las nuevas necesidades ciudadanas. Y en el marco de las familias, leyes que acaben con el modelo de bienestar tradicional, basado en una obsoleta división sexual del trabajo, según la cual la responsabilidad del cuidado recaía única y exclusivamente en las mujeres; y apuesten por un nuevo modelo de masculinidad. Una masculinidad que se implica en el cuidado de niños y mayores. Una masculinidad que ponga en el centro cuidar la vida.