Editor y periodista
Ernest Folch
Editor y periodista
Fascismo en Barcelona
Una agresiva pulsión ultra asoma en la ciudad cada vez con menos vergüenza y más promoción mediática
¿Qué tienen que ver una manifestación de Desokupa con un mitin de Vox y una invasión de campo? Mucho más de lo que parece. Empecemos por lo más obvio: Vox reunió el pasado domingo en la plaza Artós de Barcelona algo menos de 500 personas, como vimos los que pasamos por la plaza. Una asistencia ordinaria, que llenó una plaza manifiestamente pequeña, pero que llamaba la atención por el espectacular despliegue de cámaras y unidades móviles. El acto de Vox no tenía nada especial, más allá de que era el acto central en el que participaba el líder supremo Abascal. Da igual que la asistencia fuera tirando a normal, los grandes medios le dieron una cobertura muy destacada, muy lejos de su dimensión real, para una formación que no tiene ni siquiera representación en el Ayuntamiento.
En el informativo de La 1 del domingo en Catalunya, la redactora se permitió empezar así su crónica: "Demostración de fuerza de Vox, que aspira a entrar en el Ayuntamiento de Barcelona". ¿Qué lleva a la periodista de una televisión pública a convertir una reunión de apenas 500 personas, en la que no hizo falta ni cortar la calle, en una "demostración de fuerza"? Siendo benévolos, podríamos decir que fueron las prisas por entrar en el informativo. Pero siendo realistas seguramente lo podríamos atribuir al mismo apriorismo que tienen otros tantos medios, públicos y privados: una mirada condescendiente y blanqueadora (a veces sin querer, otras de manera descaradamente deliberada) de la extrema derecha, a la que se le da una fuerza que por sí misma no tendría.
Inquietante tolerancia
Es lo mismo que sucedió unos días antes con la famosa marcha fascista de Desokupa en la Bonanova, amplificada artificialmente: pocas veces tan pocos nazis, importados de fuera como un subproducto fascista, han tenido tanta repercusión. Incluso los propios vecinos se han sorprendido del eco informativo de un problema (el de la okupación) que parece ser ahora mismo la menor de sus preocupaciones. Como en el acto de Vox, lo que llamaba la atención era el despliegue informativo, totalmente desproporcionado respecto a la importancia real de lo que decían cubrir. Una cobertura que solo ha servido para hacer propaganda de una empresa siniestra y de los lobis que la protegen.
En los dos casos, por cierto, con insultos y descalificaciones a Ada Colau: tanto condenar la cultura del odio, pero nadie imputará a Abascal por llamar "psicópata" a la alcaldesa, y no hay ni siquiera identificados por los insultos de Desokupa. A todo esto le podríamos añadir la preocupante invasión de campo en Cornellà-El Prat que protagonizaron unos violentos radicales para boicotear la celebración de la Liga del Barça.
Los tres sucesos han tenido como denominador común una inquietante tolerancia: a veces pasividad policial, a veces despliegue mediático, a veces inoperancia colectiva, a veces las tres cosas juntas. Lo que está claro es que el fascismo ha acelerado su presencia en Barcelona, y parece que hay quien incluso lo alienta. Todos deberíamos hacer autocrítica, incluidos los medios.
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