El virus del odio
No consigo entender dónde anida el virus que convierte a algunos seres humanos en auténticas bestias
Carles Francino
Periodista
Carles Francino
Teresa López Cerdán es una actriz que triunfa en el teatro con ‘Gordas’. Miles de espectadores han visto ya esta comedia, construida sobre elementos que pueden alegrar o amargar nuestras vidas: el amor, la amistad, la fama, la religión… y el aspecto físico. A Teresa esto último le ha alegrado -y de qué manera- su carrera profesional, pero le está amargando la vida. No es la primera vez que tiene que lidiar con la gordofobia, pero el acoso de los últimos dos meses ha estado a punto de quebrarla; de hecho, le falla la voz en algunos momentos durante el vídeo que colgó en Instagram para compartir la retahíla de insultos que le han llovido. Desde “pedazo de mongola que dan ganas de estamparla” hasta “tenía que darte un infarto”.
Todo arranca, aunque los talibanes del odio tampoco necesitan excusas, de un comentario de Teresa sobre Ibai Llanos, al que admira y respeta; pero que alguien manipuló para dar a entender que ella animaba a la gente a engordar. A partir de ahí, el diluvio. Y no está sola. Anabel Montes es una exnadadora que lleva siete años fajándose con el Mediterráneo para que no siga engullendo migrantes que huyen de la miseria o de la guerra. Primero estuvo en Open Arms, después en Médicos sin Fronteras; y esta semana ha decidido que lo deja, que ya no puede más. Pero el detonante, lo que ha agotado su depósito de resiliencia, también han sido los mensajes en redes. Además de los consabidos “zorra” y “puta”, el vitriolo que circula por las venas de algunos se concreta en perlas como: “Así se hunda el barco y te ahogues con él” y “ojalá te violen a bordo las personas que has rescatado”.
Me he esforzado, pero no consigo entender dónde anida el virus que convierte a algunos seres humanos en auténticas bestias. Sé cómo se llama: odio. Y también huelo a quienes lo difunden. La buena noticia es que muchos estamos vacunados. Por eso Teresa y Anabel han recibido también oleadas de cariño. Una sigue en el escenario; la otra, ojalá, regrese algún día al mar. Entretanto, quienes las insultan seguirán retratándose como lo que son. Prefiero no ponerlo por escrito.
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