Pulso en Ankara

Los turcos votan este domingo

Las encuestas dan como vencedora a la opositora Alianza Nacional, una coalición de seis partidos que encabeza Kemal Kiricdaroglu, pero el resultado pende de un hilo

Una mujer turca ondea una bandera junto a un inmenso retrato de Erdogan.

Una mujer turca ondea una bandera junto a un inmenso retrato de Erdogan. / DPA / EUROPA PRESS

Jorge Dezcallar

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Las elecciones de hoy en Turquía de este domingo son muy importantes porque Racep Tayyip Erdogan arriesga perder un poder que detenta desde 2003, primero como primer ministro y luego, como presidente. Lo que en realidad está en juego es la democracia. Las encuestas dan como vencedora por la mínima a la opositora Alianza Nacional, una coalición de seis partidos conocida como la 'Mesa de los Seis', que encabeza Kemal Kiricdaroglu, pero el resultado pende de un hilo y marcará el futuro de un país que se cuenta entre las 20 mayores economías del mundo y que resucita con fuerza como el más influyente de Oriente Medio, donde disputa a Arabia Saudí el liderazgo sunita.

Durante estos 20 años Erdogan ha cambiado Turquía: la ha reislamizado, ha pasado de un régimen parlamentario a otro fuertemente presidencialista y ha copado todas las instituciones del Estado con un coste muy alto. La división de poderes se ha difuminado y la libertad de expresión se ha reducido, con persecuciones y encarcelamientos de periodistas, jueces y líderes políticos y sociales. Por eso Freedom House constata en Turquía un retroceso democrático, con Erdogan derivando hacia un autoritarismo de moda al estilo iliberal de Orban, Bolsonaro, Trump, Modi o Netanyahu. En el plano internacional, Ankara busca su propio camino independiente de los bloques, media entre Rusia y Ucrania para exportar grano o intercambiar prisioneros, sus soldados están en Siria y Libia, y obstaculiza el ingreso de Suecia en la OTAN.

La oposición que dirige Kiricdaroglu, una mezcla de nacionalismo y socialdemocracia con toques liberales, quiere restablecer el Estado de derecho, acabar con el presidencialismo, reforzar el sistema parlamentario, liberar a los presos políticos, combatir la corrupción y regresar a la ortodoxia económica, garantizando la independencia del Banco Central con la esperanza de que así regresen la inversión extranjera y el crecimiento económico. En política exterior, desea reforzar las relaciones con la UE y con la OTAN, muy nerviosa con los coqueteos de Erdogan con Rusia a pesar de haber condenado la invasión de Ucrania. 

Hace tres meses Erdogan parecía acabado por el hartazgo popular con sus modos autoritarios e islamizantes, por su mala gestión de la epidemia y sobre todo de la economía, pues la lira ha perdido el 450% de su valor en los últimos cinco años y la inflación alcanzó el 82,5% en 2022. Todo eso ha erosionado una legitimidad en parte basada en un crecimiento económico que durante los primeros años de su mandato llevó a muchos turcos de la pobreza a la clase media. También ha sido desastrosa su gestión del terremoto del pasado febrero.

La piel del oso

Pero no hay que vender prematuramente la piel del oso, y Erdogan no está muerto ni mucho menos. Sigue siendo popular, tiene la presidencia y la utiliza para intentar mantenerse en el poder con medidas tan repetidas en todas las latitudes como subir el salario mínimo (55%) y el sueldo de los funcionarios (30%). Además, controla el 90% de los medios de comunicación, que bien manipulados constituyen un formidable medio de propaganda gubernamental. Esos medios no hablan de corrupción, ni de inflación, ni de escándalos como el reciente de los edificios mal construidos que se derrumbaron durante el terremoto (50.000 víctimas), sino que repiten machaconamente buenas noticias que favorecen al Gobierno, mientras acusan a Kiricdaroglu de conexiones con el terrorismo kurdo del PKK, razón por la cual el principal partido legal kurdo, el HDP, no participa en estas elecciones y presenta a sus candidatos dentro del partido Verde que apoya a Kiricdaroglu. Y también Arabia Saudí y Rusia han acudido en ayuda de Erdogan, Riad con un préstamo de 5.000 millones de euros y Moscú, financiando y proporcionando combustible para una central nuclear que construye Rosatom.

La última jugada de Erdogan, quizás la más importante pero que le ha fallado a última hora, ha sido impulsar la candidatura presidencial de Muharrem Ince, un defector del partido de Kiricdaroglu jaleado con entusiasmo por los medios de comunicación con la esperanza de que quitara votos y forzar una segunda vuelta el día 28... hasta que el pasado jueves se ha retirado de la carrera al aparecer –muy oportunamente– unos vídeos de explícito contenido sexual que le comprometen.Las espadas están en alto. La victoria de la oposición significaría un chute a autoestima para los demócratas de todo el mundo. Los turcos tienen hoy la palabra.

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