Golpe franco

Segarra y Gensana, Pedri y Busquets

Busquets anuncia que abandona el Barça

Busquets deja el Barça al no sentirse valorado

Xavi, Busquets y Pedri

Xavi, Busquets y Pedri / JORDI COTRINA

Juan Cruz

Juan Cruz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desperté al fútbol cuando la media barcelonista la ocupaban Segarra y Gensana. Eran dos baluartes, como se decía entonces. Todo pasaba por ellos, y la mayor parte de las jugadas que llegaban, pongo por caso, a Evaristo, o a Kubala, o a Suárez, venían cocidas por ellos, como si tuvieran un fuego en el que mantenían la pelota hasta que estuviera madura para el remate siguiente. Como todo lo escuchaba por la radio, me los imaginaba como superhombres, incluso cuando el equipo perdía los partidos. Porque lo que decían los comentaristas (José Félix Pons, Miguel Ángel Valdivieso) los exculpaba de los fallos generales del equipo, e incluso de las jugadas en las que ellos salían malparados. 

Segarra y Gensana, pues, eran mis héroes de la línea tranquila del campo, los hacedores de lo que pudiera suceder en el área contraria, y también los que prevenían a la defensa de los distintos ataques de los malos de la película, que eran los mismos malos que ahora son abucheados desde la grada. Entre los malos, por decirlo con esa broma de película, había gente muy peligrosa que muchas veces nos mandó a dormir con lágrimas de derrota. De hecho, yo me hice barcelonista cuando casi siempre nos ganaban. Ya he contado que fue por la radio barcelonesa, que se escuchaba en mi casa, junto al barranco, mucho mejor que la que venía de Madrid. Perdimos partidos, perdimos campeonatos, casi siempre a manos del mismo, pero mi pasión tenía su residencia en aquellos futbolistas y en aquellos colores. Hasta ahora mismo.

Y ahora mismo mi ídolo tranquilo, el de esa zona del campo en el que otrora camparan a sus anchas aquellos ídolos de mi adolescencia, Segarra y Gensana, es Busquets. Otea el horizonte, como se decía en los tiempos de Matías Prats, coloca al equipo a su disposición, crea expectación en el área contraria, y en tres segundos genera un chut que manda la pelota exactamente al lugar en el que el compañero mejor situado puede recibirla para crear peligro. Si se parara el juego en ese momento preciso en que sale de sus pies la pelota, puede decirse sin temor a yerro que todos esos centros están fabricados desde una inteligencia tranquila que marca con sus chuts buena parte de las victorias del Barça.

Hay en él, en ese momento del chut, un regocijo asimismo tranquilo, con el que mira la parábola que hace el balón hasta que se posa en los pies adecuados, aquellos borceguíes de la prehistoria. En los últimos años este hombre preciso, extremadamente cuidadoso, como capitán, de todo lo que acontece en el campo, también de lo peor, ha tenido cerca, casi pegados, a De Jong y a Pedri. Esta asistencia es emocionante, porque en ningún momento ha creado asperezas o riñas subterráneas. Porque los tres juegan a lo mismo, a crear fútbol, y uno de ellos al menos, el muy admirado paisano Pedri, es un maestro que viene de su magisterio. 

Todo lo que hace Pedri, hasta la zancada de arranque, se parece a lo que, en un tiempo, cuando era más joven, era capaz de enseñar el capitán, y verlos jugar juntos es una de las grandes alegrías que puede tener alguien que educó su vista viendo, ay qué tiempos, a Segarra y a Gensana. A aquellos dos pasándole balones a Ladislao Kubala o a Luis Suárez.

Ahora, ya, se va Busquets, quizá a su casa, quizá a otros mundos. Él debe saber cuánto le ha dado al Barça, y al fútbol, y a los que queremos el fútbol de asociación, como se decía aun en los tiempos de los viejos ídolos. No es un disgusto: es la certeza de un gran vacío. Pedri es nuestra esperanza, como en otro tiempo Busquets fue la esperanza. Jamás he dejado de querer al Barça, nunca olvidaré a los futbolistas que me han enseñado a ver cómo se coloca la pelota en el lado posible de la gloria.  

Suscríbete para seguir leyendo