Caos ferroviario
Sergi Sol

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Periodista

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El relámpago celestial

Desde hace al menos tres lustros se ha dejado Rodalies en la intemperie, pero el 'culpable' es un fenómeno meteorológico

Un tren de la R2 de Rodalies, en la estación de Gavá

Un tren de la R2 de Rodalies, en la estación de Gavá / Zowy Voeten

"No hemos venido a luchar contra los elementos" cuentan que dijo Felipe II ante la debacle de su Armada Invencible. Así excusaba el fiasco de una contienda naval que se fraguó sin ton ni son, por la obcecación de un rey taciturno que veía en la empresa un encargo de inspiración celestial

Parece ser que cinco siglos más tarde estamos igual. Adif, el gestor de Rodalies, no ha venido para enfrentarse a las inclemencias meteorològicas. Por eso nos hemos quedado sin la L2 que cruza por la costa el Baix Llobregat. La L4, la que cruza por el interior, no es que esté mejor. De hecho es la de mayores incidencias de todo Rodalies. Solo que esta vez el desaguisado de la L2 es tal, y de tal magnitud, que va para meses

Parece ser que un devastador relámpago surgido de la nada es el culpable. Como ese viento que arreció contra los buques españoles.

Ni de ser cierto el cuento del relámpago, que este noquee hasta otoño el servicio ferroviario de una de las líneas más transitadas de la Península es cuanto menos revelador del estado de Rodalies, de su consistencia y fiabilidad. 

La tan cacareada inversión por parte de gobiernos azules o rojos se ha quedado siempre en agua de borrajas. Porque no es que ahora puntualmente el Gobierno de Pedro Sánchez esté faltando a sus compromisos de inversión en Rodalies. Es que desde por lo menos hace tres lustros se ha dejado Rodalies en la intemperie.

Cuando el independentismo tenía una estrategia y un norte, supo sacarle provecho haciendo suyas demandas tan transversales como que el transporte público fuera eficiente. Y ahí está esa masiva manifestación que el 1 de diciembre de 2007 sacó a centenares de miles de personas a la calle. Se quería un país mejor, para todos, empezando por el agravio de un Rodalies que andaba de mal en peor.

Inversiones que no llegaron

Y a partir de ahí empezó la pomposa lluvia de millones que de haberse concretado, otro gallo cantaría. Pero ocurrió que esas inversiones para mejorar un Rodalies –que ya en 2007 tenía frito a sus usuarios– jamás llegaron. O en una cuantía tan insignificante que a duras penas paliaba el despropósito. 

Donde no hubo reparo alguno en invertir fue en ese Rodalies de larga distancia de Madrid al que se llamó AVE. Incluso donde no había demanda ni necesidad alguna. Incluso se hicieron estaciones donde no habitaba un alma.

Le espetó Pedro Sánchez a Gabriel Rufián en el Congreso aquello de "bienvenido a las cosas que de verdad importan a la gente". Como si esto de Rodalies fuera una novedad, obviando que el soberanismo se hizo fuerte precisamente ahí. 

Igual debería consultar el presidente Sánchez con los ministros Iceta o Raquel Sánchez, precisamente exalcaldesa de Gavà. No por esos raros fenómenos meteorológicos que se dan en el Baix Llobregat. Cuando el cielo castiga inclemente solo Dios lo puede explicar. Si no por un servicio de Rodalies que cruza el área más densamente poblada de Catalunya y que se ha dejado a merced de los elementos porque los gobiernos de todo tipo se despreocuparon año tras año de 'las cosas que de verdad importan a la gente'. Y, ¡por Dios!, que el señor Illa, que aspira algún día a presidir Catalunya, tome ya cartas en el asunto y se ahorre las bobadas. El catálogo de burdas excusas ya no da para más.

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