Desperfectos

Pedro Sánchez viaja

Buscar rédito electoral de la presidencia rotatoria es el deseo de todos los países de la UE, generalmente en clave interna, de imagen que trascienda la lucha partidista

Pedro Sánchez en el palacio de la Moncloa.

Pedro Sánchez en el palacio de la Moncloa. / José Luis Roca

Valentí Puig

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Pedro Sánchez va acercándose a la presidencia semestral del Consejo de la Unión Europea –de julio a diciembre de 2023- con viajes más vistosos que significativos. Por ahora tienen la lógica electoral del 28 de mayo, como una exhibición de estadismo, según es habitual en todos los gobiernos comunitarios. El presidente del Gobierno ya ha dispuesto todos sus activos gestuales. Su adhesión al europeísmo no es ideológica, ni solo retórica: corresponde a entender la política nacional como táctica sin estrategia

Las ilusiones sobre esa presidencia rotatoria por ahora tan ansiada y mirífica parecen no tener en cuenta que, siendo la opinión pública tan volátil, cualquier imprevisto banal puede desviar su atención. Además, y entre otras cosas, el turno presidencial del Consejo de la Unión Europea tiene un calado más visual que de sustancia. 

Ahí está una de las confusiones a la que los gobernantes no renuncian cuando les llega el turno de presidir su semestre. Es propio del maremágnum de siglas y acrónimos en el sistema institucional de la UE. Lo que se asume no es la presidencia de la UE, una función que no existe ya que ni se logró unificar las dos presidencias, la de la Comisión y la del Consejo. Como es sabido, forman el Consejo Europeo los jefes de gobierno y de Estado. El nivel más ejecutivo al día está en la Comisión Europea. En la actualidad, el choque permanente entre Charles Michel –presidente del Consejo- y Ursula von der Leyen -presidenta de la Comisión- es de alto voltaje. En cambio, el Consejo de la Unión Europea es el consejo de los ministros nacionales, con múltiples formatos –el “Consilium”- y esa es la instancia que, después de Suecia, presidirá Pedro Sánchez durante medio año. 

Ciertamente, buscar rédito electoral de esa presidencia rotatoria es el deseo de todos los países de la UE, generalmente más en clave interna, de imagen que trascienda la lucha partidista. En el caso de Sánchez, intentará dejar al PP como un apéndice de Vox, callará si ERC se desmelena y se impondrá como Pigmalión de Yolanda Díaz. Esas presidencias tienen un coste económico y algunos países –pocos- renunciaron a su turno por falta de recursos. El beneficio concreto de tales presidencias no es monumental y mucho menos al estar atenazadas entre la Comisión Europa y el Consejo. 

Despacho en Bruselas

¿Dirá o hará Pedro Sánchez cosas que contradigan lo que dice o hace en España? Naturalmente, como todas las presidencias semestrales. Son contradicciones irrelevantes y se explican por la poca incidencia en las elecciones nacionales. La presidencia semestral no es una pieza de peso en el tablero europeo o un eje operativo en la sala de máquinas de la Unión Europea. Pedro Sánchez sabe que no va a presidir la Unión Europea pero puede beneficiarle que algunos votantes se lo crean. De otra parte, ¿qué dirán los socios de gobierno del PSOE y sus aliados parlamentarios cuando Pedro Sánchez avale –por ejemplo- el giro en la política migratoria de la UE? Puede ocurrir que Ucrania o China agranden las diferencias entre los países miembros. 

Tal vez La Moncloa pretenda que la presidencia semestral sea el 'casting' para un Pedro Sánchez con futuro despacho en Bruselas, pero los interrogantes sobre el horizonte de la Unión Europea están en otra onda. Incluso el europeísmo más idealizado entiende que ha llegado el momento de pausar la elaboración de normativas y dedicarse a las decisiones geoestratégicas.