La Tribuna

Las náuseas de Pablo Iglesias

Coincidiendo con el desencuentro entre el Kremlin y Vox, Pablo Iglesias no ha cesado de apelar a la fibra antiyanqui que sigue existiendo en una parte de la izquierda española

Inna Afinogenova, el rostro más conocido de RT (antes Russia Today)

Inna Afinogenova, el rostro más conocido de RT (antes Russia Today) / Público

Andreu Claret

Andreu Claret

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si no me falla el buscador, la última vez que Santiago Abascal se pronunció de manera contundente sobre la invasión rusa de Ucrania fue en a principios de 2022, cuando condenó "el brutal ataque a la soberanía de Ucrania" y exigió a Vladímir Putin que diera marcha atrás. Era poco antes de un viaje a Polonia donde el líder de Vox sostendría que el gobierno ultraconservador y populista de Mateusz Morawiecki mostraba el camino a la derecha europea. Desde entonces, Abascal ha moderado su perfil y ha preferido no hacer declaraciones que pudieran molestar a su otro gran cofrade, Viktor Orbán, el principal sostén de Moscú en la Unión Europea, y a las bases de Vox fascinadas por el 'machoman' que cabalga por las estepas rusas a pecho descubierto. Su prudencia no parece haber surtido efecto. Putin nunca le perdonó aquel alineamiento con los polacos y empezó a pensar que Vox ya no le resulta útil para socavar el gobierno de Pedro Sánchez, uno de los más comprometidos con Ucrania.

Coincidiendo con este desencuentro entre el Kremlin y Vox (y otros partidos de la extrema derecha europea), Pablo Iglesias no ha cesado de apelar a la fibra antiyanqui que sigue existiendo en una parte de la izquierda española desde que el Tío Sam acogió a Franco como lo había hecho con Trujillo, por muy hijo de perra que fuera. Para ello, y con una constancia digna de mejor causa, el líder 'de facto' de Podemos no ha cesado de denunciar una larga lista de periodistas a quienes acusa de hacer el juego del poder empezando por el de la OTAN.

Recorriendo sus últimos pronunciamientos (en medios alternativos, pero también en otros muy establecidos) me salen 17 nombres de colegas ubicados la mayoría en la franja progresista del espectro profesional y que constituyen, en palabras suyas, un "mundo mediático nauseabundo". A muchos, efectivamente, nos producen náuseas las listas de periodistas. A mí, desde que Martin Villa me advirtió una vez, en una reunión en el Gobierno Civil de Barcelona, en la que también estaban Josep Pernau y Enric Sopena, que yo no podía preguntarle por los límites de la transición porqué estaba en la lista de los que iban a quedar fuera.

La reciente incorporación de Marc Marginedas a la lista de Pablo Iglesias me ha llevado a escribir este artículo. No diré de Marc que es una buena persona, porque, como escribe el mismo Iglesias, hablando de algunos periodistas que pretendemos serlo, "también en el ejército de Hitler había buenas personas". Tampoco recordaré los meses que estuvo en manos de los asesinos del ISIS, porqué alguien podría decir que esto no viene a cuento cuando se trata de iluminar el verdadero significado del fichaje de la periodista rusa Inna Afinogenova por parte de Canal Red, la televisión promovida por Iglesias. Basta con decir que se trata de un excelente profesional, reconocido internacionalmente. Un periodista que solo pacta con la verdad. No es un "tertuliano agradecido" como lo ha calificado Juan Carlos Monedero en un lapsus freudiano tan lamentable como significativo. Es todo lo contrario. Después de haber sido un implacable reportero en la complejísima guerra de Siria, Marc es hoy un profundo conocedor de la realidad rusa que nos advirtió, mucho antes de la invasión de Ucrania, de lo que se nos venía encima.

No entraré en el fondo del asunto Afinogenova sobre el que él mismo ha escrito en estas mismas páginas. Solo añadiré que resulta cuando menos curioso que alguien recién llegado de Rusia como esta periodista se meta en el berenjenal de la política española con tanto ímpetu. Es como si mi padre hubiese empezado a tontear con las intenciones del Tercer Reich al llegar a París, en 1939. (En cuanto a su supuesta condición de opositora, el argumento nos provoca sonrisas a quienes sabemos cómo las gasta el antiguo KGB).

Las cosas no le van muy bien a Podemos en puertas de las próximas elecciones, y lo lamento. Las complejas razones de su bajo perfil electoral no son el propósito de este artículo, pero algo tendrán que ver con quien ejerce el liderazgo 'de facto' de la formación. Tanto o más que los "palmeros del poder" que tantas náuseas le provocan a Pablo Iglesias.

Suscríbete para seguir leyendo