Desperfectos Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Desencantarse es fácil

El intento de solucionar cuestiones que a largo plazo no tienen salida conlleva una complejidad infructuosa

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Constitución

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Está en los escaparates del día a día aquella contraposición entre comunidad y sociedad de masas que viene ya del siglo XIX. A veces se manifiesta como nostalgia de la comunidad perdida y deriva hacia lo irrealmente utópico. Otras veces aparece como desencanto inconcreto, como antipolítica. En el globalismo vienen multiplicados al infinito los factores de desarraigo que desvinculan a los individuos de su vecindad de siempre, de formas religiosas o del hogar. Pierden presencia la comunidad y el sentido cívico.

Ahí tenemos un ‘reset’ espectacular de la rebelión de las masas. Las masas, ya en el ciberespacio como un bloque de meteoritos, entraron en escena al igual que un torrente. Apareció el riesgo de un despotismo nutrido por el protagonismo del hombre-masa, el poder extralimitado de las mayorías y la tentación igualitaria. Era inevitable que eso llegase a afectar los usos de la libertad. Se suma el riesgo de la burocracia proliferante. Ahora está ahí la masa ciberdigital, capaz de linchar, de inmensos vacíos y de idolatrías. Y así asoma un nuevo desencanto, una variante del pasotismo.

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Incluso lo que se llama memoria democrática tiene algo de mimetismo de masas enfrentado a la ecuanimidad histórica. En 1978, los redactores de la Constitución se reunieron en el parador de Gredos para consensuar elementos centrales de la Carta Magna. En 2003 repitieron el encuentro en el mismo lugar y repasaron la trayectoria de la Constitución concebida con afán máximo de concordia. De ahí la Declaración de Gredos. Pedían respeto a los valores de la Constitución, a sus principios, a sus reglas de juego y procedimientos como garantía imprescindible de futuro. Insistieron en que las eventuales reformas del texto constitucional debían acomodarse a las reglas del juego que la propia Constitución establece; y abordarse con el mismo consenso que inspiró su elaboración. Luego algo comenzó a deteriorarse y se ha acelerado en los últimos años. La panacea multipartidista, por ejemplo, tiene algo de vudú mal administrado. Las pilas del patinete están descargadas.

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A principios del siglo XX, Azorín cruza la sierra de Gredos y ve un paisaje noble, silencioso y melancólico. Pasa por alguna ciudad, “apagada, sin vida, muerta”. ¿Qué tiene que ver el Gredos de 2023 con aquel Gredos que Azorín recorrió con el mito del fracaso a cuestas? Lo que tiene que ver son los vínculos de la continuidad histórica si es que persiste una voluntad general de hacer bien las cosas, de avenirse y articular prosperidad y cohesión. Eso choca con la desvinculación, la política de balcanización y el todo a un euro.

Las teorías de la complejidad sostienen que las sociedades se hacen más complejas según intentan solventar más problemas. En tal caso, el intento de solucionar cuestiones que a largo plazo no tienen salida conlleva una complejidad infructuosa. Es que en toda sociedad unos desequilibrios sustituyen –si no es que acumulan– a otros. Concretamente, los conflictos que se enquistan alejan, por su propia naturaleza, la transacción equilibradora. Quién sabe cómo, dónde y cuándo surgió el negacionismo actual de la Constitución de 1978. Tal vez sea la tercera o cuarta oleada del desencanto, mientras que los portavoces de la primera salen de las residencias geriátricas para votar por la extrema derecha o la extrema izquierda.