Ágora

De la maternidad subrogada a las pensiones

Proteger a los pensionistas a costa de los trabajadores que tendrán que soportar la jubilación de los 'baby boomers' y ya la vez mantener a sus hijos no suena demasiado equitativo

Manifestación de pensionistas en Madrid.

Manifestación de pensionistas en Madrid. / AGENCIAS

Ció Patxot

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El otro día fui a la televisión a hablar de pensiones, una vez más. Fue una minicatarsis: la adrenalina del momento (todavía impresionan el plató y la buena gente que encuentras allí), la ocasión de salir del despacho y hablar de un tema que preocupa... Además, mientras esperaba (maquillaje, etc.), escuchaba el debate anterior sobre la ‘piece of news’ del día: la maternidad subrogada de una ‘celebrity’ entrada en años. La invitada dijo una frase que me enganchó: hemos convertido deseo en necesidad y necesidad en derecho. Una de las tertulianas culpaba al capitalismo, la otra intentaba hacerle entender que forzaba un poco la cosa... Luego, en el debate de las pensiones, otro resaltaba que la Comisión Europea aceptara una reforma de pensiones progresista.

Aquí la neurona ya agonizaba... Entiendo la confusión de lo que decía porque el debate sobre las pensiones es bastante complejo. Por un lado, es muy fácil: cualquiera entiende rápido que tenemos un problema demográfico que pone en riesgo la sostenibilidad de un sistema de reparto. Pero por otro lado es un lío porque el sistema hace demasiadas cosas: es, a la vez, un mecanismo para trasladar recursos al futuro (alternativo al ahorro); un seguro de cara a la incertidumbre de la fecha de la muerte; y un mecanismo que redistribuye recursos de ricos a pobres de la propia generación, pero también entre generaciones. Por eso decir que subir las cotizaciones es progresista es simplemente un error. Proteger a los pensionistas a costa de los trabajadores que tendrán que soportar la jubilación de los 'baby boomers' y ya la vez mantener a sus hijos no suena demasiado equitativo. Tampoco se trata de poner toda la carga del ajuste sobre las pensiones. Todavía hay margen porque ajustando la edad de jubilación y el resto de adaptaciones se puede repartir entre todas las generaciones. Y lo más importante: hay que hacerlo de forma transparente para la ciudadanía y automática, para evitar reformas continuas.

De hecho, para evaluar el impacto del Estado del bienestar como mecanismo redistributivo habría que analizar lo que ocurre durante todo el ciclo vital, y este es el objetivo del proyecto de investigación europeo Sustainwell que acabamos de empezar en la Universitat de Barcelona con otras 13 instituciones. Lo más interesante es que procuramos medir cómo proveen bienestar las tres instituciones disponibles: el mercado, el Estado y el sector privado (familia y otras instituciones sociales).

Quizá por eso se me disparó la neurona y acabó dando gritos de auxilio. Por favor, ¡basta de esta dicotomía 'manida', 'cansina', entre la derecha y la izquierda! Escuché una vez que la izquierda nació como oposición al 'statu quo'. Y a estas alturas, el 'statu quo' ya ha sido de todos colores. ¡Superémoslo! ¡Basta de demonizar el Estado (lo público), el mercado, lo privado, o, por el contrario, de sacralizarlos! De hecho, "lo público" no es más que un montón de privados anonimizados y quizás desresponsabilizados. ¡Basta de justificar lo que nos interesa, enrocándonos en nombre de una ideología! Tras la extensión del capitalismo salvaje, en el siglo XX Occidente realizamos unos cuantos experimentos sociopolíticos aplicando ideologías extremas. El mercado salvaje y antisocial, el colectivismo que anula la libertad, y la tradición ya han ido solos. Hay vida más allá. Hagamos de una vez un sistema mixto que funcione, cogiendo lo mejor de cada uno. Y dejemos de interpretar como "culpas" del sistema la miseria humana que lo utiliza. Ningún sistema puede contra esto, pero esperamos que sí al revés.