APUNTE

Caso Negreira: misterios que permanecen

Crónica de la comparecencia de Laporta por el caso Negreira

Joan Laporta comparece por el 'caso Negreira'

Joan Laporta comparece por el 'caso Negreira' / ALEJANDRO GARCÍA / EFE

Albert Guasch

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Si existe un rasgo admirable de Joan Laporta es su seguridad y determinación a la hora de defender sus argumentos. Y lo hace sin la muleta de los papeles. Es un don que puso en práctica ayer en una de las comparecencias más complejas de la historia reciente barcelonista. Decir la más compleja sería quizá desmerecer el rico catálogo de controversias y hogueras variadas en la que ha sido capaz de enfangarse el FC Barcelona en los últimos lustros. Hay de todo. En cualquier caso, el asunto Negreira puntúa muy alto. La acusación de que el Barça se ha beneficiado de arbitrajes a base de untar a un mandamás del colectivo (aunque no hay constancia de todo ello por ninguna parte) ha cruzado fronteras, ha envenenado el ambiente futbolístico español y ha dinamitado el prestigio de la entidad como nunca, de eso no hay duda. 

El presidente, dos meses después, trató de poner un cortafuegos a esta «campaña gigantesca» de "difamaciones" con un éxito más bien regular. Podía haberlo hecho antes. No habría variado sustancialmente el discurso. Consta al firmante de esta tribuna que su mensaje gustó a algún expresidente, en particular su mano tendida a la UEFA, por lo que supone de defender los intereses del Barça, aunque bien podría decirse que lo que hizo en realidad Laporta es pedir clemencia. Con la Champions no se puede frivolizar. 

Por lo demás, Laporta hizo de Laporta, en particular cuando se dedicó a combatir a los enemigos externos. Ahí tensó el gesto y blandió la espada verbal con eficacia populista. El Real Madrid y Javier Tebas fueron dos sacos de golpes fáciles con los que complacer a buena parte de su parroquia. Laporta, no se advierte lo contrario, sigue teniendo un tirón social sólido y este tipo de exhibiciones de carácter y llamamientos a la unidad suelen gustar a los suyos. Puede que exista una disensión clara con la opinión publicada. Entramos en terreno de percepciones, claro.

Eran otros tiempos

Obviando a aquellos que ya han juzgado el caso y nada de lo que hubiera dicho Laporta les habría cambiado la opinión condenatoria, constatamos que el presidente flaqueó sobremanera a la hora de explicar por qué se contrató durante tantos años a las empresas de Enríquez Negreira. Al margen de la cuestión ética nada menor de tener en nómina al vicepresidente de los árbitros -eran otros tiempos, vino a decir Laporta-, quedó sin resolver qué hizo exactamente Negreira padre para el Barça. El hijo hizo informes, efectivamente, afloraron muchos en la comparecencia, aunque casi nadie les prestara atención. ¿Pero el padre? No queda nada material, así que no hay más remedio que pensar que hay mucho que no se puede explicar abiertamente. Queda un misterio flotante, como con tantas cosas en el club que tienen que ver con el dinero.

Si fueron 7,5 millones durante 17 años sale una media de 441.000 euros. Un salario de aúpa. Evidencia lo de siempre: la ligereza con que tradicionalmente las directivas gastan los millones que produce la entidad. Este es el escándalo tapado por el ruido de la corrupción arbitral, quizá el verdadero escándalo, mientras no se demuestren beneficiarios terceros.

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