Caso Negreira

Esto no pinta bien, Jan

Por mucho que se sustente en una evidencia incontestable, pudiera ser que la verdad sea inconfesable

Joan Laporta comparece por el 'caso Negreira'

Joan Laporta comparece por el 'caso Negreira' / ALEJANDRO GARCÍA / EFE

Sergi Sol

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Dos cosas principalmente preocupaban a Laporta con el estallido del feo asunto Negreira. Primero, responsabilidad civil e incluso penal. Esa quedaría descartada en cualquier caso por prescripción. La segunda es que echen al Barça de la Champions. O de la Europa League, que es donde suele acabar últimamente. Y donde también lo crujen bochornosamente. 

Porque con una economía maltrecha y un nuevo estadio en construcción que genera no pocas dudas por cómo se va a pagar, solo faltaría que el Barça fuera sancionado por la UEFA. El daño reputacional es obvio. Pero va a saber a poco si encima lo expulsaran de la Champions por la hecatombe económica que tendría como consecuencia. Además, ¿qué jugador de prestigio querría venir a un equipo manchado y privado de estar en Europa?

En su comparecencia, Laporta no fue solvente. Era un discurso solo apto para fieles incondicionales dispuestos a un acto de fe. Porque pudiera ser que la verdad sea inconfesable. Por mucho que se sustente en una evidencia incontestable. El Barça no contaba con simpatía alguna mientras su gran rival las tenía (o tuvo) todas. Pero eso no justifica unos pagos que ética y estéticamente son impresentables.

Solo Joan Gaspart puede explicar el motivo real por el que, en origen, se contrataron los servicios de Negreira. Al que dieron continuidad el resto de mandatarios azulgrana con más sombras que luces. 

La hipótesis más plausible es que Gaspart llegara a la conclusión de la necesidad de congraciarse con el colectivo arbitral. Entre otros, Gaspart había convivido con un tipo llamado José Plaza. Madridista y declarado antibarcelonista donde los haya. Era necesario lograr la neutralidad. ¿Cómo? Pues agasajando al estamento arbitral.

Y tal vez así se hizo. Otra cosa es qué repercusión real tuvo. El Barça ganó solo cuando contó con un equipo formidable. Como el de Di Stéfano en sus tiempos. Y cabe decir que su suerte empezó a cambiar con esas dos ligas que el Madrid se dejó en Tenerife, mucho antes del feo asunto de pagos a un vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. 

El Barça quiso corregir una injusticia histórica con una artimaña que arrancó en 2001 (el Barça se estrelló esa temporada y las siguientes) y siguió hasta hace cuatro días con un tráfico de dinero del que alguien más pudo sacar tajada, a parte de los Negreira.