Caso Negreira

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Más excusas que respuestas

Las dudas siguen en pie, y lo que hasta ahora se sabe no da ningún motivo para que Laporta siga sacando pecho

Joan Laporta comparece por el 'caso Negreira'

Joan Laporta comparece por el 'caso Negreira' / VALENTÍ ENRICH / SPORT

Más de dos meses después del estallido del escándalo que supuso conocer que el FC Barcelona tuvo a sueldo durante largos años al número dos del arbitraje español, Joan Laporta convocó a los medios supuestamente para responder a las preguntas que hasta ahora habían quedado sin responder. Y después de más de dos horas de micrófono, siguen sin llegar las respuestas y explicaciones que los socios del club reclaman. O más bien los que no comulgan con la serie de argumentos que ofreció el presidente, más cargadas de victimismo populista y autoexculpatorio que de transparencia real.

Es perfectamente posible que, como sentenció Laporta, en esta operativa aún extremadamente opaca no se haya cometido ningún delito. Pero una vez la fiscalía ha considerado que hay suficientes indicios para proseguir la investigación, las directivas del club están en una situación de presunción de inocencia hasta que la justicia se pronuncie; pero bajo sospecha. Tampoco se ha probado, y no parece que vayan a aparecer indicios en este sentido, que el dinero del Barça sirviese para adulterar la competición comprando la benevolencia de quienes decidían el rumbo de cada partido desde el césped. Pero eso no quiere decir que esos inexplicables millones de euros tuviesen un destino tan o más discutible.

No tiene que esforzarse mucho el presidente del Barça para convencer cuando califica de cínica la actitud acusatoria del Real Madrid. La red de influencias, intercambios de favores, intromisiones o enfrentamientos con los organismos que administran el fútbol español tejidas desde el palco del Bernabéu es demasiado tupida como para que el club blanco sea quien salga a la palestra a rasgarse las vestiduras. Pero señalar al eterno rival como responsable último de cualquier mal es un recurso tan fácil como manido y desgastado. Como la eterna competencia entre los dos grandes por disputarse la condición de equipo más perjudicado por los arbitrajes, vista con estupor por el resto del fútbol español ajeno a la capacidad de influir institucionalmente y presionar mediáticamente de ambos. A todo esto, que la siguiente carta a jugar por Laporta sería la de señalarse a sí mismo y al club como víctima de la hostilidad a cualquier manifestación de catalanidad se podía dar por descontado. No tanto, que de la comparecencia de este lunes no saliera ni una sola información novedosa ni relevante.

Hemos planteado desde que el caso salió a la luz varias preguntas, y siguen sin explicación satisfactoria. ¿Quién estableció el vínculo con Negreira? ¿Por qué ningún presidente del Barça lo cortó mientras fue vicepresidente del Comité Técnico Arbitral? ¿Quién fijó un precio tan generoso, y por qué siguió aumentando? ¿Cuál fue el destino final de esos fondos? ¿Qué contraprestaciones reales ofrecía Enríquez Negreira (no su hijo) a cambio del dinero recibido? ¿Los responsables deportivos hacían algún uso de esos dosieres? ¿Quién sabía de su existencia?

Diga lo que diga Laporta, la dispar relación entre los servicios prestados cuyos resultados se han mostrado y el dinero invertido solo deja una disyuntiva: o derroche negligente y descontrol o prácticas de uso injustificable de recursos del club en beneficio de no se sabe quién. Es precipitado dar por hecho lo uno o lo otro. Pero en ninguno de los dos casos hay motivo alguno para seguir sacando pecho.