GOLPE FRANCO

Para hablar del Barça ahora

Joan Laporta, en el palco del Camp Nou durante el Barça-Valencia de inicios de marzo.

Joan Laporta, en el palco del Camp Nou durante el Barça-Valencia de inicios de marzo. / Jordi Cotrina

Juan Cruz

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Ahora observo que mis amigos, madridistas o no, se fijan en mi cara antes de hablarme del Barça, como si tuvieran miedo, o reparo, de que lo que tengan que decirme me fuera a ofender como un codazo. El asunto del que quieren hablar, habitualmente, es el de los árbitros, sobre el que mañana se va a pronunciar, parece, el presidente Laporta. Lo que suelo decir, cuando aparece aquella conversación que ahora parece delicada como un fármaco, es que soy periodista, obligado por las reglas del oficio a hablar tan solo de lo que sé, por lo que he sabido yo mismo, o por lo que me dicen fuentes autorizadas que a su vez han investigado a fondo el asunto que, según ellos, mis amigos, afecta al Fútbol Club Barcelona.

Una vez dicho esto, que no sé verdaderamente qué sucedió, y que aun así he escrito ya varios artículos en EL PERIÓDICO sobre los rescoldos del asunto Negreira, los amigos pasan a explicarme el drama al que se somete el Barcelona, que puede bajar de categoría, cambiar de nombre, perder las sucesivas ligas de su historia, además de sufrir quebrantos que lo dejarán, para siempre, en el fondo del armario del fútbol nacional e internacional. Debo decir que hay algunos muy despiadados, que una vez que han explicado el apocalipsis me preguntan, como si yo mismo fuera un afectado de los latrocinios y de los restantes quebrantes:

-¿Y tú cómo estás?

Ganar la Liga en paz

José Saramago, que fue mi autor cuando yo era editor de libros, solía hacerme esa pregunta: "¿Y té como estás?", pues el tú lo teñía de té. Siempre le respondía que estaba según él me viera, y eso es lo que les digo a los conmiserativos que ya saben que, detrás de una ristra sinfín como aquella que se refiere al actual porvenir del Barça, no se puede estar como si nada importara en la vida. A Borges le preguntó una vez Juan Cueto, haciendo un viaje por la Cornisa Cantábrica, cómo se encontraba tras una intervención dental que el admirado escritor había sufrido por San Sebastián. La convención dejó otra cosa en sus palabras de respuesta a Cueto, pero lo que en verdad dijo fue “Estoy muy jodido”. Cueto prefirió decir que había dicho “estoy conmovido”, pero Guillermo Cabrera Infante, que iba con ellos, dejó la verdad para la historia: lo que Borges dijo fue “Estoy muy jodido”.

Le dolían los dientes al viejo, no había más. En este tiempo en que unos y otros (los propios, los ajenos, con las mismas armas) dicen y repican que nos quedan los días contados para seguir teniendo equipo de fútbol me siento conmovido y jodido, porque no nos dejan ni ganar la Liga en paz, no nos han permitido disfrutar de Pedri, estamos virtualmente hasta sin Lewandowski, y además somos delincuentes comunes a los que nos duelen los dientes de tanto conmovernos.

Es lo que pasa ahora, que hablar del Barça no permite sosiego. El equipo que nos enfrenta resuelve sin drama hasta un puñetazo, pero nosotros estamos condenados a que todas las entrevistas o declaraciones dedicadas a nuestro pasado y a nuestro porvenir pasó por este dolor de muelas que Borges hubiera resuelto con un verso y que a nosotros nos toca llevarlo con anestesia local y regional, e incluso internacional. 

Ignoro, naturalmente, el porvenir que nos viene pero, por mi parte, he decidido volver a hablar del Barça, por ejemplo, como si tampoco hubiéramos perdido en Berna en 1961. A ver si ya me dejan en la puta paz que merece un jodido aficionado al que le duelen más las muelas que el maldito porvenir.