Nucleares en Europa
Los desencuentros en el tránsito hacia una política energética común, sustentada en energías no contaminantes, vienen de lejos y no desaparecerán de hoy para mañana
Jordi Alberich
Economista
Mientras hoy Alemania dice adiós a las centrales nucleares, esta misma semana Francia confirma su apuesta por dicha energía, mientras España se reafirma en cerrar las centrales aún operativas entre 2027 y 2035. Una dispersión sorprendente cuando todo apuntaba a una apuesta conjunta de la Unión Europea en materia energética y de sostenibilidad medioambiental. ¿Qué puede explicar esta enorme divergencia de políticas nacionales?
Sin duda, resulta determinante el haber superado sin mayores sobresaltos un invierno que se anunciaba dramático, previendo reducciones drásticas del consumo e, incluso, cortes en el suministro eléctrico. No ha sido así y una normalidad superior a la prevista favorece el recuperar las prioridades más propias de cada Estado, que se sustentan en unas realidades muy distintas. Así, nos encontramos con unos niveles de dependencia nuclear que varían mucho entre uno y otro país: el 70% de la electricidad generada en Francia es de origen nuclear, porcentaje que desciende al 13% en Alemania, pasando por el 22% de España. Si a ello añadimos las respectivas sensibilidades políticas y ciudadanas, resulta obvio que unos lo tienen mucho más fácil que otros para abandonar la nuclear.
Los desencuentros en el tránsito hacia una política energética común, sustentada en energías no contaminantes, vienen de lejos y no desaparecerán de hoy para mañana; lo hemos visto con la posición alemana ante la eliminación de los motores de combustión; con la exigencia francesa por considerar energía verde el hidrógeno rojo, aquel de origen nuclear; o con las dificultades por pactar el gasoducto Midcat.
A la vista de todo ello podemos dejarnos llevar por el desánimo y caer en la crítica recurrente a la imposibilidad de construir una Europa única, lamentando que cada Estado vaya a la suya. O, desde otra perspectiva, pensar que la disfunción se origina en fijar unos objetivos demasiado acelerados para nuestros tiempos de incertidumbre. De todo un poco.
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