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Apocalipsis, turismo y alcohol en Barcelona

Nuevo desalojo de los búnkeres del Carmel

Nuevo desalojo de los búnkeres del Carmel / MANU MITRU

Gemma Martínez

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Barcelona es tierra de contrastes esta Semana Santa, como cualquiera que esté de guardia en la ciudad puede comprobar. Salir a la calle de buena mañana en un barrio cualquiera da hasta miedo. No sabes si es estás ante un episodio del apocalipsis modo The Last of Us que se ha hecho real y se ha llevado a toda vida humana o es que han vuelto las restricciones del covid y el yo me quedo en casa. Ni lo uno ni lo otro, piensas después de acostumbrarte a esa visión fantasmagórica, sino todo lo contrario. Es la normalidad de la pospandemia, que está más viva que nunca este año y que vuelve a provocar el éxodo de los vecinos hacia los sitios de su recreo.

Pasear por las arterias más turísticas, en cambio, es de nuevo un deporte de alta resistencia con millones de inscritos. Masificación turística en estado puro en un escenario donde el único rincón para el silencio se encuentra ante Flora, la gigante cabeza blanca de vidrio laminado obra de Jaume Plensa situada a la entrada de La Pedrera. Ni la procesión del Viernes Santo que recorre las Ramblas está a salvo del ruido y de las aglomeraciones. Colas hasta para tomar café y dosis de incivismo por buena parte de la ciudad, no solo en las concentraciones de jóvenes amantes de lo etílico en el Turó de la Rovira.

Son masas que no entienden de inflación ni de las vacaciones más caras de los últimos tiempos. Sus ganas de viajar después del covid pueden con todo.

El debate sobre Barcelona y el modelo turístico es recurrente, pero no por viejo deja de tener relevancia sobre todo en un 2023 electoral y a un mes para las municipales. La ciudad debe mantener su condición de destino internacional de primer nivel. Pero la actividad turística, esencial para su economía, ha de integrarse mejor en la capital catalana y ser compatible con el bienestar de los ciudadanos. Más visitantes de calidad, menos congestión en espacio y tiempo y más repercusión de los ingresos en los barrios más afectados por el turismo. En el equilibrio está la virtud.

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