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La Inteligencia Artificial y nuestro futuro

La sociedad debe regular el desarrollo de la IA, distinguiendo entre peligros reales y especulaciones

¿Puede ChatGPT realmente beneficiar a Google?

¿Puede ChatGPT realmente beneficiar a Google?

Hace poco más de cuatro meses que ChatGPT, un sistema de Inteligencia Artificial (IA) capaz de simular el razonamiento humano y generar diferentes tipos de textos, se puso a disposición de todo aquel que quisiera probarlo. Desde entonces la IA se ha convertido en una cuestión muy presente en la opinión pública, al tiempo que se originaba un vivo debate en el que participan científicos, pensadores y gran parte de la ciudadanía. Como apuntan voces diversas, tiene la eclosión de la IA una parte de operación de marketing y resulta también un gran experimento social, ya que el uso de herramientas como ChatGPT por parte de millones de ciudadanos supone alimentarlas con una ingente cantidad de datos, algo que hace que mejoren sus resultados.

Las espectaculares funciones de la inteligencia artificial conversacional, así como la de los programas de creación de imágenes a partir de las indicaciones del usuario, han suscitado temores sobre la magnitud de los cambios que provocarán este tipo de tecnologías. Porque si una cosa parece clara es que su impacto va a ser profundo y puede transformar nuestras vidas y modelar nuestras sociedades. A ello hay que añadir que la IA está demostrando una velocidad de progresión y desarrollo inusitada. No es de extrañar, pues, que algunos sectores hayan alertado sobre la introducción masiva de esta tecnología. Es el caso de la reciente carta abierta de destacados especialistas y directivos de la industria en la que se reclama una moratoria de seis meses en el entrenamiento de los sistemas más avanzados de IA, para así poder calibrar con detenimiento sus peligros.

Impulsada por las grandes compañías como Microsoft o Google, la IA está recibiendo una auténtica marea de millones en inversión. Esta tecnología se ha convertido en el objetivo prioritario de los grandes gigantes del sector, desplazando, por ejemplo, al metaverso y otras innovaciones basadas en la 'blockchain'. 

Ante el innegable reto es importante no dejarse llevar ni por la fascinación acrítica ni por el miedo irracional. Pero hay que tener en cuenta que no nos es posible en este momento saber adónde nos conducirá IA. Nuestras sociedades, a través de sus representantes políticos, deben regular y encauzar el desarrollo esta tecnología, distinguiendo entre aquellos peligros que son reales a corto y medio plazo, y aquellos que se basan en meras especulaciones. Entre las cuestiones sobre las que trabajar se hallan, entre otras, la excesiva confianza en unas herramientas cuyos resultados frecuentemente no son fiables y que contienen falsedades, o la utilización por parte de estos programas de contenidos cuyos derechos no les pertenecen.

Pese a que la velocidad a que avanza la IA añade dificultad a la acción regulatoria, en modo alguno nuestros representantes pueden dejar exclusivamente en manos del mercado, es decir, de los grandes corporaciones, tecnologías como la IA. Es del todo pertinente y necesario, por tanto, exigir a las autoridades locales, europeas e internacionales, que actúen decididamente y eviten que nuestro futuro colectivo sea diseñado por los intereses de los grandes gigantes tecnológicos. Aunque de momento insuficientes, son elogiables en este sentido las iniciativas que está impulsando la Unión Europea. Debe producirse, sin embargo, un gran esfuerzo coordinado de todas las autoridades para conjurar los riesgos y prevenir los malos usos de la IA.