El cierre de Book Depository

El gigante online de libros que se convirtió en una pequeña librería

Lectores de todo el mundo comparten en redes sociales sus lamentos, huérfanos de un servicio esencial

Leonard Beard

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Carol Álvarez

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Los cierres de pequeños negocios de atención al público crean siempre una gran herida en los barrios. Ya sea un colmado o un restaurante, una librería, cuando bajan las persianas los vecinos y clientes elevan sus lamentos, casi de forma proporcional al tiempo de arraigo que tenía la tienda en la zona. El mundo digital se diría que no entiende de estas emociones: relaciones frías, a través de correos electrónicos, sin el contacto humano que parece inherente a toda relación sentimental. Estos últimos días, con todo, el cierre de una plataforma digital de venta de libros ha puesto patas arriba todos estos prejuicios y ha convertido las redes sociales en un obituario digital vivo, con actualizaciones continuas, en una charla de patio de vecinos conmocionados por una pérdida en la comunidad.

Book Depository, la plataforma de comercio digital que ha anunciado el cierre de actividad para este 26 de abril, es un gigante del sector, nada que ver con la pequeña librería de barrio coqueta que enorgullece a los vecinos. Con 20 millones de libros, ventas en 37 monedas distintas a más de 140 países, su cierre ha sido decidido por Amazon, propietaria del negocio desde hace algo más de diez años, que alega los riesgos que comporta mantenerlo activo ante una economía incierta. Su principal virtud, añadida al inmenso fondo editorial, era el alcance de sus envíos a domicilio, que eran además gratis. 

“Hoy es uno de los días más tristes y negros del año. Murió la lectura, fallecieron los libros, se mojaron las hojas, se terminó la tinta 😢😞”, reza uno de los comentarios a la noticia que puede leerse en Twitter. Irina, clienta desde Israel, señala que es “una completa tragedia, literalmente. Será casi imposible a partir de ahora comprar libros en español e inglés con precios relativamente buenos, envío perfecto y una atención al cliente sobresaliente”. Otro usuario se suma al obituario digital: “Pero, ¿dónde conseguiré todos mis marcapáginas ahora? Gracias por el envío gratuito de libros infantiles estadounidenses a Alemania. Mis hijos expatriados han crecido con una increíble colección de literatura infantil, gracias a Book Depository. Espero que todos los empleados obtengan trabajos nuevos y satisfactorios.”

Desde Estonia, Janar también se desahoga. “Muy muy muy triste noticia. Fuiste mi ventana al maravilloso e interminable (libro) mundo. Gracias por todos estos años. Sin duda te extrañaré, tu envío gratis, tus marcapáginas y este increíble mapa mundial con "alguien en x compró y con entrega gratis hace 2 segundos".

En Serbia, Sudáfrica, Filipinas, Nueva Zelanda, Argentina, Java, Noruega, Escocia, Portugal, también España, el lamento es común. Pero es especialmente duro el de países lejanos, desabastecidos de librerías amplias, con censura, con precios desorbitantes de aduanas. 

“Noooooo, este era el mejor lugar para conseguir libros y con envío gratis (al menos en Grecia) 😭😭 Gracias por ser un proveedor de libros increíble ♥️. Voy diciendo adiós a las copias físicas de ahora en adelante, supongo 😔”, llora otro cliente. “Su servicio me mantuvo abastecida de libros cuando no pude salir de China. Esta es una noticia triste, ya que Amazon simplemente no tiene el mismo surtido, especialmente cuando se trata de literatura profesional”, lamenta otra mujer desde Hong Kong.

Servicio esencial

La misma comunidad lectora comparte en estos momentos recomendaciones de otros sitios web que pueden dar un servicio similar en determinados países. Y es esa sensación de servicio esencial, que merecería una protección especial, pública, el que más sobrecoge de las respuestas internacionales que ha generado. Pienso en esa comunidad, sobre todo la africana y asiática, de repente huérfana de un enlace con la cultura universal que una web les garantizaba. En cómo una comunidad digital puede tener la misma pasión y sentimiento que un puñado de vecinos respecto a su librería de barrio, sobre todo cuando el entorno es hostil y carece de otros medios para acceder a los libros que desean, a su 'wishlist'. 

Y en que precisamente porque esa pulsión lectora existe, habrá otras formas de canalizarla, de darle servicio, o se tendrán que inventar para que ese espíritu del mapa de ventas de libros en todos los puntos geográficos del planeta siga en permanente actualización, cada segundo.

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