APUNTE

Descontrol al galope

Barça Madrid Benzema remacha el balón sobre la línea de gol en el 0-1.

Barça Madrid Benzema remacha el balón sobre la línea de gol en el 0-1. / Jordi Cotrina

Albert Guasch

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Suceden tantas cosas en el área institucional del FC Barcelona, tantas carpetas abiertas -por no decir marrones-, que llega un partido trascendente y viene a ser un poco como salir de una ensoñación desagradable e incómoda y recordarnos que esto, al fin y al cabo, va de fútbol y no de pleitos, pagos sospechosos y acuerdos de financiación que no se acaban de cerrar.

Llega un Barça-Madrid y todo lo que distrae de la verdadera esencia se aparca con gusto. Es la rivalidad sobre la que se construye un espectáculo incomparable, el que proporcionan los futbolistas y las gradas motivadas. Un rato para arrebatar el protagonismo que tanto reclaman a presidentes de clubs, de patronales u organismos europeos, fuentes de tanta toxicidad. 

Llegó, pues, un Barça-Madrid y se recuperó la sobreexcitación que se retroalimentó del césped a la grada y la grada al césped. Partido de choques, de empujones, de poner los rostros a dos dedos y desafiarse. Partido de cuestionar al árbitro, porque en un Barça y Madrid siempre se le cuestiona y en estos tiempos más, en que la victimización ha brotado con vigor en el bando insospechado. Y partido en el que el Barça aportó amor propio y nervio pero no encontró la pericia de otros clásicos. 

El Madrid le retorció el brazo y le dobló como hace un chico mayor a otro de menor talla, mirándosele desde arriba, sonriendo con suficiencia y malicia, mientras el pequeño aúlla de dolor, frustrado e impotente. Y gustándose más que nadie en ese papel de malvado, Vinicius, tan irritante y marrullero como se quiera, pero un pedazo de futbolista, capital en el repaso soberano que el Madrid propició al Barça. Y, por supuesto, capital también Benzema, que por un palmo en el primer gol no consumó el póker. Hay que convenir que es una delantera, la blanca, más intimidante que la azulgrana. Puede darse por devuelto el 0-4 del Bernabéu. 

Parecía que Xavi había encontrado la fórmula para zarandear al Madrid (tenía un 3-1 a favor este curso), pero anoche el equipo se descontroló y se vio incapaz de ofrecer una respuesta futbolística en cuanto el paisaje se hizo cuesta arriba. Ha pasado antes.

El nombre de Messi

Y en estos tiempos complejos se coreó por primera vez en dos años el nombre de Leo Messi. Coreado en Barcelona y silbado en París. Extraño. Quizá el Camp Nou quiso recordarle dónde se le quiere (Argentina al margen), quizá decirle a Joan Laporta que haga lo posible por repatriar al rosarino, como si le hiciera falta al presidente que alguien se lo diga. Otra cosa es que pueda. 

Se coreó también el nombre de Gavi y más que corear, se enloqueció con Araujo, que con un corazón del tamaño de Montevideo casi mete un gol que habría sido apoteósico como pocos. Fue el último aliento de un equipo que a veces parece saber jugar solo al galope, corriendo sin pausa. Lo que pasa es que el Madrid le pinchó las cuatro ruedas.

Ya solo queda la Liga. Momento para recordar que era el verdadero objetivo del año. Qué remedio.

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