Limón & vinagre

Álvaro Cuesta, progresista, derrotado y batallador

El vocal del CGPJ proponía un gesto de dignidad. Una salida al bloqueo. Un algo.

Álvaro Cuesta.

Álvaro Cuesta.

José María de Loma

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A lo mejor eso es el periodismo: contarle las últimas peripecias de Álvaro Cuesta a gente que no sabe quien es Álvaro Cuesta. No faltará quien incluso creyera que ya estaba muerto, Dios lo tenga en vida muchos años. En vida está, desde luego, en vida paradisíaca podría decirse incluso, dado que es miembro del Consejo General del Poder Judicial. Sin ser juez. No se me espanten.

Hubiera preferido escribir de Ana Obregón, pero bueno, a lo mejor también Ana Obregón hubiera preferido que nadie tuviera que escribir de ella. Hubo un tiempo, tiempo de Rodríguez Zapatero, en el que Álvaro Cuesta, asturiano del año 1955, salía mucho en los telediarios y en los artículos de prensa, ya fueran crónicas políticas o columnas. Era un puntal del PSOE, un alegre y afanoso diputado socialista que recorría, como secretario de libertades de la Ejecutiva federal, toda España participando en actos, mítines, coloquios y otras cuchipandas políticas o intelectuales, voz grave, gesto aplomado, tono solemne, he venido a que me escuchéis.

Afable, culto, formado, buen conversador. Cuesta se licenció en Derecho y comenzó su carrera política como concejal en Oviedo, ahí, ahí es donde han de formarse los cimientos de todo buen político que aspire (¿hay alguno que no?) a estar toda la vida en la cosa pública. Ahí, inspeccionando bolardos, escuchando vecinos, reponiendo acerados, ordenando baldeos y detectando déficits de papeleras. Hablando de limpieza y tráfico y prometiendo viviendas sociales baratas, que es lo que todos los munícipes por antonomasia prometen pero no llevan a cabo. Yo creo que todo concejal que se precie, sea cual sea el tamaño de su municipio, concejo, villa o cabildo, haría bien en darle al menos tres veces la mano a cada uno de los habitantes, avecindados o empadronados en el lugar durante su primer año de mandato, ya sea su concejalía la de Fiesta, la de Cultura o la de Parque Móvil. Ya en el segundo año debe empezar a llamarlos por su nombre. O mote.

Tras esa etapa municipal, 95-99, pasó al Congreso de los Diputados donde estuvo nada menos que de 1982 a 2011. O sea, desde el primer e histórico triunfo de Felipe González (y Guerra), 202 escaños, a 2011, el año de Mariano Rajoy, mayoría absoluta, casi el 45% de los votos para un PP que prometía sacarnos de la crisis. Estar 30 años en el Congreso delata seguramente un carácter adaptable a las circunstancias políticas. Al socialismo asturiano, mandara quien mandara. Cuesta se convirtió en un clásico. En un clásico de la carrera de San Jerónimo. Ahí vio pasar a presidentes, compañeros de escaño, bedeles, secretarios, camareros y si se descuidan a los leones de las Cortes. Tras dos años de cierto zascandileo, 2011-2013, pasó a vocal del Consejo General del Poder Judicial adscrito a la facción progresista. Diez añitos. Y por ahí viene su salto a la actualidad y a los titulares estos días. Intentó dimitir y que dimitieran en bloque todos los progresistas para dejar al órgano sin quorum y sin posibilidad de hacer nada más. Lo propuso en una larga y tensa reunión el 28 de marzo. Pero no lo han secundado. Si quieres te vas tú, vinieron a decirle. Somos progresistas pero no partidarios de quedarnos en el paro, parecía oírse en esas paredes del sacrosanto pero pervertido lugar. Cuesta proponía un gesto de dignidad. Una salida al bloqueo. Un algo. No una inmolación, que sería conceder épica a algo tan prosaico, pero sí un pequeño gran golpe de efecto que removiera el asunto.

El CGPJ, el órgano de gobierno de los jueces, lleva sin renovarse años. Años con el mandato caducado. Son jueces okupas. La norma es que ha de reflejar la correlación del Parlamento. Ahora son 8 progresistas y 10 conservadores. Por tanto, hace años que debería ser de mayoría progresista. Pero no lo es porque el PP ha obstaculizado una y otra vez la renovación y espera que todos los tiempos se dilaten y que no haga falta renovarlo porque Feijóo llegue al poder. Si la explicación le parece simplista, atienda a las excusas del líder del PP, de los líderes del PP, todos estos años. No están exentas de patrañas las argumentaciones socialistas a este respecto, pero lo único objetivo es que la mayor vulneración de la ley, y de ahí la inoperancia del órgano, es que su composición está más caducada que un yogur de coco de 1943. Sólo (qué alegría de tilde) con que uno de los ocho progresistas del Consejo hubiera permanecido, podrían haber seguido funcionando. Era preciso que se fueran todos para lograr el objetivo de Cuesta. No demostró capacidad de convicción. El bloqueo persiste. Todos siguen cobrando. La justicia se resiente y la democracia un poquito también. Cuesta sigue en la brecha. El Consejo no lo renueva nadie. Ya es un quiste. Un quiste conservador atrincherado. Ahora un quiste con un quiste progresista que se resiste a marchar. Todo muy sano.

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