Opinión | Gárgolas
Josep Maria Fonalleras
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El pensar lento y el cribado

Echaremos de menos instrumentos que hagan que nos detengamos unos instantes como 'L'Avenç'

L'Avenç

L'Avenç / Archivo

Hace poco más de una semana, 'L'Avenç' recibió, en el Saló de Cent, la Medalla de Oro al Mérito Cultural del Ayuntamiento de Barcelona. Se respiraba un cierto aire de funeral –lo comentaba todo el mundo y después se hicieron eco las crónicas, la propia Ada Colau dijo que no debía entenderse el reconocimiento como un acto póstumo–, con una distensión hasta cierto punto irónica, distanciada, intelectual, pero con notables dosis de lamento y tristeza. "Es un gozo y un dolor", proclamó Josep M. Muñoz, que ha sido el director de la revista en las dos últimas décadas, hasta ese número de despedida, el 500. Después de 46 años de existencia, una publicación que empezó con vocación historicista y de enderezamiento del legado catalanista, ahora dice adiós, en medio de proclamas laudatorias y buenas intenciones que, al parecer, no podrán evitar el cierre definitivo. Gozo del homenaje y dolor de la despedida. "Satisfacción y lamento", como dijo Muñoz.

En los tiempos más recientes, 'L'Avenç' se había ido convirtiendo en un referente cultural de nivel europeo, con una gran carga literaria y con una doble estrategia editorial. Primero, contar con colaboradores permanentes o esporádicos que ayudaban a construir un caleidoscopio de múltiples colores, con fragmentos dispersos de cristales y espejos que confeccionaban un todo coherente. Después, proponer un debate (con dosieres y entrevistas) sobre la contemporaneidad, a partir del trabajo de (¡solo!) tres personas: el propio Muñoz, Núria Iceta y Natàlia Bascones.

En el acto de la medalla, esta liturgia funeraria donde el fallecido resplandecía todavía como un patrimonio singular y único de nuestro microcosmos político, social y cultural, no recuerdo quién hizo un elogio del papel ("comprendemos mejor las cosas si las leemos así") y, en paralelo, de la necesidad de "pensar lento", de asumir, en épocas de desorientación ideológica, instrumentos que hagan que nos detengamos unos instantes, que cribemos con serenidad entre objetos de desigual tamaño. Esto es lo que hacía 'L'Avenç'. Esto es lo que echaremos tanto de menos.

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