Política impositiva Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Bajar impuestos no tiene por qué ser de derechas
La izquierda no puede olvidar a las clases medias, que son el sostén principal de la sociedad y representan al grueso de sus electores

El president Ximo Puig, durante la comparecencia en el estand de la Comunitat en Berlín, este martes.
El valenciano Ximo Puig tomó la decisión de rebajar la presión fiscal a las clases medias y trabajadoras, concepto este que puede ser tan elástico como controvertido. En particular el de 'clase media'. Pero no es este el propósito de este artículo, que además podría llevar a una discusión bizantina sobre una cuestión nominal. Abusos incluidos. En una ocasión, una conocida tertuliana puso el grito en el cielo en la Televisión de Catalunya ante la pretensión del entonces vicepresidente de Economía, Oriol Junqueras, de subir la presión fiscal a las rentas que tributaban 90.000 euros anuales, que a la postre son los de 100.000 si atendemos a las bonificaciones universales. Llegó a decir que aquello era un atentado a una "clase media apurada". Lo que no dejaba de ser una verdadera tomadura de pelo cuando el salario medio en Catalunya es hoy de 25.000 euros.
Entretodos
Vayamos por partes. Tomemos por 'clase media' lo que estipula la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), que considera clase media aquella con una renta de entre el 75% y el 200% de la renta media. Esto es, en Catalunya, aproximadamente, entre 19 y 50.000 euros. Qué duda cabe que no hay por dónde agarrar lo de atribuir a un incremento del IRPF a rentas de 100.000 euros –o más– ser un atentado a la "clase media apurada". Los de 100.000 para arriba –sin que se les pueda llamar ricos– son hoy por hoy una selecta minoría en nuestra sociedad. Otra discusión es si esas rentas ya cotizan lo suficiente. Pero eso ya es harina de otro costal.
La rebaja impositiva de Ximo Puig llegaba hasta las rentas de 60.000 euros brutos. En cualquier caso, la anunciada era una rebaja modesta para los contribuyentes. Solo permitiría ahorrar entre 67 euros y 94,45 anuales en el mejor de los casos. Pero, entre otras, rompía con un tabú que pretende que subir impuestos es progresista. Y bajarlos, conservador. La justificación de Puig –en guerra abierta con la Comunidad de Madrid y el 'dumping' fiscal de Ayuso– era diáfana. Se trataba de corregir el impacto de la inflación en la carestía del coste de la vida.
El caso es que Catalunya se cuenta "entre las comunidades que más grava en el IRPF los ingresos de 16.000 a 30.000 euros", según nos contaba Agustí Sala. Y en el tramo de 30.000 euros, es la más elevada. Eso, pese a soportar un coste del nivel de vida claramente por encima de la media española.
Hasta la fecha, en Catalunya, la discusión se ha planteado siempre en si se debería de incrementar la presión fiscal. En particular, a las rentas más elevadas. Y a partir de qué tramo. A los últimos presidentes salidos de la factoría de CDC esta era una cuestión que les costaba de encajar. Por los barrios en los que vivían, y por las gentes con las que se relacionaban. "¿Pero quién no gana 60.000 euros?", se exclamó uno de esos presidentes ante el titular de Economía (Junqueras) cuando este compartió una propuesta fiscal a partir de esa cantidad. Era un debate abierto ante la necesidad de recaudar más dinero. En ese vaivén se barajaron otros tramos, al alza. Como en su día, el de 90.000, que fue contestado por el entorno mediático de la presidencia con lo de que era un atentado a "la clase media apurada". Para mear y no echar gota.
La izquierda, en Catalunya, ¿tal vez debería valorar la senda abierta por Ximo Puig? Que, dicho sea de paso poco, o nada tiene que ver con las exenciones fiscales de Ayuso o de su colega andaluz. Si resultara que a las rentas de 30.000 euros se les está friendo a impuestos ¿no sería razonable abrir un debate sobre esa cuestión y no apegarse a tópicos sin más?
La izquierda no puede olvidar a las clases medias, que son el sostén principal de nuestra sociedad y que, además, también representan al grueso de sus electores y a menudo a las mayorías sociales. La izquierda debería ser mucho más receptiva con sus necesidades, con la pérdida de su poder adquisitivo, con su progresiva decadencia. Pero también con valores que debe recuperar cuanto antes mejor y sin complejos. Como la familia. Como la seguridad. Como el derecho a techo respetando el derecho de propiedad de unas clases medias que se han tragado hipotecas de todo tipo y que las han pagado religiosamente.
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