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La justicia cita a Trump

El expresidente ha decidido que azuzar la división de la sociedad de EEUU le acerca al regreso a la Casa Blanca

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, escucha durante una reunión de la Junta Asesora de Políticas de la Fuerza Laboral Estadounidense.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, escucha durante una reunión de la Junta Asesora de Políticas de la Fuerza Laboral Estadounidense. / REUTERS/Carlos Barria

La primera imputación de un antiguo inquilino de la Casa Blanca lleva la política estadounidense a adentrarse en territorio desconocido. Contribuye a radicalizar la sociedad norteamericana y abre la puerta a que se aceleren los trámites para concretar otras acusaciones contra el expresidente. El motivo, la investigación abierta por el fiscal Alvin Bragg, de filiación demócrata, en el caso de la actriz porno Stormy Daniels, que recibió 130.000 dólares en 2016 para que silenciara una presunta relación sexual con Trump diez años antes. Ni siquiera el escándalo Watergate y la dimisión de Richard Nixon, hace casi medio siglo, llegó a tener consecuencias penales para el presidente, ni puso a prueba el sistema como lo hace que las diversas facciones del Partido Republicano se hayan alineado en apoyo de Trump.

El caso puede parecer desproporcionado, y el expresidente parece que puede convencer a sus seguidores de ello. Pero es solo el inicio. Lo cierto es que la causa abierta en Nueva York y la obligada personación de Trump ante un tribunal para que le comunique el pliego de cargos no es el mayor de los problemas judiciales que debe afrontar. Las presiones ejercidas por Trump en Georgia en la elección presidencial de 2020 para que se le diera vencedor, la documentación secreta intervenida en Mar-a-Lago por el FBI, la investigación relativa a su implicación en el asalto al Congreso en enero de 2021 y las más de 30 causas por fraude en los negocios abiertas en Nueva York conllevan penas muy superiores a la del caso Daniels. Y el paso dado por el gran jurado puede acelerar el curso de tales procedimientos.

Todo ello reúne los ingredientes necesarios para enrarecer aún más la atmósfera política y movilizar a los partidarios de Trump en la larga campaña electoral abierta por el expresidente desde que anunció su candidatura, con resultados imprevisibles vistos los antecedentes de qué ha sucedido cuando Trump ha llamado a sus fieles a salir a la calle. Con el riesgo añadido de que proliferen un cruce de acusaciones contra políticos demócratas y republicanos, instadas por los llamados fiscales locales, como lo es Alvin Bragg, adscritos a uno u otro partido. 

El hecho de que el expresidente hable desde hace tiempo de caza de brujas, su decisión de no negociar con la fiscalía para evitar un reconocimiento implícito de culpa y su deseo de presentarse ante el tribunal de la forma más llamativa posible pretende justamente azuzar esa división radical de la sociedad en dos frentes irreconciliables. Los asesores del expresidente siguen pensando que es la mejor táctica para vencer a Joe Biden y regresar a la Casa Blanca porque la imputación no impide a Trump ser candidato. La primera acusación en firme contra él abre demasiadas incógnitas para saber si a la larga puede beneficiarle explotar la imagen de víctima de una justicia utilizada por sus adversarios políticos, tras haberse roto una regla de oro no escrita, la inmunidad de los presidentes al vencer su mandato. Una minucia, con todo, frente a todas las que Trump rompió cuando quiso subvertir el resultado de unas elecciones. Que el sistema judicial le haga pasar cuentas es tranquilizador solo en parte, cuando tantos millones de personas estarían dispuestas a que salga impune.