La campaña militar (92)

Vuelta al ruedo de las armas nucleares en Ucrania

En un contexto de debilitamiento del marco regulador de la proliferación nuclear, es preocupante que Rusia se muestre decidida a salirse del tratado Nuevo START y que haya dejado de pasar información a Washington de la situación de sus arsenales estratégicos

Putin amenaza con más misiles hipersónicos y armamento nuclear

Putin amenaza con más misiles hipersónicos y armamento nuclear. /

Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

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Tras un breve paréntesis, en el que la atención ha estado más centrada en el nulo avance de la ofensiva rusa y en el supuesto plan de paz chino, la amenaza de las armas nucleares ha vuelto a hacer acto de presencia. Vladimir Putin anunció la pasada semana que muy pronto estará ya operativa la infraestructura necesaria para poder emplear armas nucleares tácticas (ANT) rusas desde territorio de Bielorrusia. En términos más concretos detalló que ya hay una decena de aviones de su vecino (probablemente Su-24) que pueden portar ANT, que muy pronto llegarán a su territorio los sistemas de misiles balísticos móviles Iskander-M, que también pueden lanzar esas armas, y que el 1 de julio estará ya finalizada una instalación de almacenaje para las ANT.

Cabe considerar, en primer lugar, que el argumento empleado por Moscú para justificar la necesidad de dar ese paso es absolutamente insostenible. Putin dice que responde al anuncio británico de una próxima entrega de munición de uranio empobrecido a Kiev para sus carros de combate, como si no fuera consciente de que no son armas nucleares sino únicamente proyectiles convencionales con un material muy denso, lo que les permite penetrar prácticamente cualquier blindaje de los blindados rusos. Una munición que puede ser criticada por su radioactividad y que resulta innecesaria, dado que los blindados que puede emplear Rusia no precisan un proyectil tan especial, pero que de ningún modo valida el despliegue de armas nucleares fuera del territorio de la Federación de Rusia.

Ese despliegue nos retrotrae a situaciones ya conocidas, dado que hasta 1996, en el contexto de la Guerra Fría, Moscú ya contaba con ANT en territorio tanto de Bielorrusia como de Kazajistán e incluso de la propia Ucrania. No estamos, por tanto, ante algo tan novedoso como algunos pretenden denunciar. Y aunque es inevitable pensar en su posible incidencia en la guerra en Ucrania, resulta más inmediato interpretar la medida en otra clave. Por un lado, con este paso se consolida la subordinación de Minsk a Moscú, respondiendo al deseo de Putin de mejorar el blindaje del enclave de Kaliningrado, rodeado por vecinos que son miembros de la OTAN (como Polonia y Lituania), en los que la Alianza Atlántica está incrementando también su presencia. Por otro, cabría interpretar la decisión rusa como un movimiento más en la partida de ajedrez geopolítico que vienen disputando con EEUU desde hace tiempo; aunque también es cierto que, visto desde Kiev, se trate de un movimiento inquietante.

En su defensa, Putin puede aducir que su decisión no solo no supone la violación de ningún acuerdo de control de armas, sino que Estados Unidos viene haciendo lo propio desde hace años en Alemania, Bélgica, Italia, Países Bajos y Turquía; aunque también es cierto que Moscú dispone de un arsenal de ANT muy superior al estadounidense. Por último, cabe señalar que, a diferencia del caso occidental- donde se cuenta con una “doble llave” que supone compartir la decisión de su empleo entre EEUU y el país anfitrión, en el caso ruso es Moscú quien se reserva todo el control del proceso.

En resumen, el anuncio no supone una escalada que lleve inevitablemente a traspasar el umbral nuclear. Mucho más preocupante es que, en un contexto de debilitamiento del marco regulador de la proliferación nuclear, Rusia se muestre decidida a salirse del tratado Nuevo START y que desde hace unos días haya dejado de pasar información a Washington de la situación de sus arsenales estratégicos.