Autopista sintomática

La AP-7, espejo roto de Catalunya

si no hemos sido capaces de tener un plan para la AP-7, quizá es porque, aunque no lo admitamos, tampoco lo tenemos para Catalunya

Colas en la AP-7 entre La Granada del Penedès y Vilafranca del Penedès

Colas en la AP-7 entre La Granada del Penedès y Vilafranca del Penedès / Servei Català de Trànsit (SCT)

Ernest Folch

Ernest Folch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 1 de septiembre de 2021 era una fecha marcada en rojo en Catalunya: la AP-7 (junto con tramos de la AP-2 y la C-35) pasaba por fin a ser gratuita. Había sido una reivindicación histórica de los partidos catalanistas, que por aquello de las comparaciones odiosas con Madrid (en este caso sus escandalosas autopistas semivacías rescatadas con el dinero de todos y además duplicando a autovías gratuitas), había hecho de los peajes, en los tiempos remotos del 'pre-procés', un símbolo del malestar nacional. Sin embargo, más de un año y medio después de la liberación de los peajes, el panorama de la AP-7 no puede ser más sombrío. La vía más importante del país ha sufrido un colapso colosal: el tráfico ha aumentado un 26% y el de camiones un 36%, con el consiguiente aumento dramático de accidentes, que se han duplicado. La Generalitat anunció hace unos días otra batería de medidas para intentar frenar esta terrible hemorragia de heridos y muertos, que van desde limitación de la velocidad o la limitación de circulación de camiones en algunos tramos hasta el uso de drones o implementación de radares.

Pero lo cierto es que no es la primera vez que se producen anuncios similares: el pasado agosto, ante la alarma causada por el aumento exponencial de retenciones, accidentes y todo tipo de incidentes, el Gobierno central ya anunció una inversión de 1.050 millones con 42 actuaciones a lo largo de la autopista para mejorar la movilidad, pero el resultado es el tristemente conocido: la AP-7 no solo no ha mejorado sino que va de mal en peor. El resultado es que una arteria esencial de Catalunya que funcionaba razonablemente bien, de pago por uso, se ha vuelto una vía caótica, que además pagamos todos, no solo los que la usan. El colmo es que, en un acto de beneficencia inédito en el planeta, la AP-7 ahora es también gratuita para los millones de coches y de camiones extranjeros que la atraviesan cada año. Sí, estos turistas belgas, alemanes o franceses que cruzan pagando media Europa se encuentran en Catalunya con un gesto filantrópico sin parangón: ellos disfrutan sin cargo alguno lo que pagamos los contribuyentes.

La Generalitat, que no es titular de la autopista y no tiene poder para implementar un sistema como el de la viñeta (rechazado por el Estado varias veces) solo puede gestionar el tráfico a través del Servei Català de Trànsit, con el escaso éxito obtenido hasta la fecha. Y es que la AP-7, más que una autopista, se ha convertido en un espejo de nuestras deficiencias. Refleja la impotencia de la Generalitat, reducida a un órgano meramente administrativo que lo máximo que puede hacer es decidir (con escasos resultados) cómo circulan los coches por una autopista que no controla. Refleja el autosecuestro ideológico de cierto catalanismo: la supresión de los peajes fue un símbolo tan poderoso del agravio nacional que ahora tanto Junts como ERC son incapaces de admitir que la tan invocada y soñada gratuidad (que es falsa, porque al final pagamos todos) ha sido también un fracaso. Refleja la dejadez y el nivel de improvisación del Estado, que no tenía ningún plan pensado para una vía tan importante, y que por lo visto sigue sin tenerlo. Y refleja con terrible crueldad que ni siquiera sabemos copiar a los países que usan la viñeta (como Austria o Hungría), el peaje anual (como Suiza) o el peaje con arco (Portugal): teníamos muchos modelos en los que inspirarnos, y ni así ha sido posible. En realidad, y como es habitual, solo sabíamos lo que no queríamos (los peajes) pero no teníamos ni idea de lo que queríamos en realidad. Y es que si no hemos sido capaces de tener un plan para la AP-7, quizá es porque, aunque no lo admitamos, tampoco lo tenemos para Catalunya.

Suscríbete para seguir leyendo