El trasluz

No entendí nada

Lo malo de las hecatombes mundiales son sus efectos particulares en personas modestas como usted o como yo

La bolsa española.

La bolsa española.

Juan José Millás

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Caminaba por el parque sin meterme con nadie cuando una bolsa de patatas fritas que había en el suelo comenzó a moverse como si tuviera dentro un corazón enloquecido. Sé, desde que estoy a dieta, que las patatas fritas no tienen corazón, pero el mío comenzó a palpitar con fuerza ante el espectáculo. Del interior de la bolsa, que daba saltos de un lado a otro sin criterio alguno, venía un sonido como de motor averiado. Eran las ocho de la mañana de un día laborable, por lo que el parque estaba vacío. En tales circunstancias, siempre camino con la fantasía de que me sucederá algo extraordinario. Se me aparecerá un extraterrestre, por ejemplo, que me dará un mensaje importantísimo para la humanidad. Ya sé que la humanidad no deja de recibir mensajes a los que no hace caso (pongamos el del cambio climático), pero el del extraterrestre poseería tal fuerza, tal potencia, y sería al mismo tiempo tan urgente que los telediarios no tendrían otro remedio que abrir sus cabeceras con él.

¿Sería la bolsa de patatas saltarina el milagro que llevo esperando desde la infancia? Me acerqué a ella, la atrapé, le di la vuelta y salió de ella un gorrión espantado. Al parecer, se había metido dentro en busca de los restos, pero luego no había encontrado la salida. Anonadado, con el corazón todavía a cien, busqué una papelera en la que arrojé aquella trampa inocente en apariencia, aunque mortal en la realidad. Me pregunté si habría un equivalente a la bolsa de patatas vacía arrojada al suelo por un desaprensivo en la que pudiéramos caer los seres humanos. Una bolsa de la que nos supiéramos escapar y en la que pereceríamos de agotamiento buscando la salida. Como llevaba los auriculares puestos, para escuchar la radio, me enteré en ese momento de que los valores que más caían en la bolsa eran los bancos.

Imaginé mi plan de pensiones atrapado en la sucursal de la esquina de mi calle. ¿Cómo rescatarlo de la crisis? Dijeron que los bancos centrales de todo el mundo estaban inyectando dinero a las empresas de crédito para evitar una hecatombe mundial. Lo malo de las hecatombes mundiales son sus efectos particulares en personas modestas como usted o como yo. Entonces, el gorrión salvado regresó, se detuvo en la rama de un árbol cercano y pio dirigiéndose a mí. Pero no entendí lo que quería decirme.

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