El caso Negreira
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El Barça no puede seguir callado

Cada nuevo día sin dar la cara ni ofrecer respuestas hace que empeore la delicada situación del club

José María Enríquez Negreira.

José María Enríquez Negreira. / J. Monfort

Van transcurriendo una tras otra las semanas y van creciendo, como de si una gran bola de nieve se tratara, las informaciones sobre el llamado caso Negreira. A cada paso el socio blaugrana se siente más y más desconcertado y, en cierta forma, desamparado. Además, el escándalo ha proporcionado la excusa ideal a los enemigos declarados del Barça para lanzar una dura campaña con el fin de demoler lo que es y representa la entidad blaugrana. De este modo, llueven a diario las acusaciones de todo tipo y las especulaciones sobre delitos supuestamente cometidos por la entidad y sus altos responsables. Lleva, pues, razón Joan Laporta cuando señala obsesivamente a los que quieren perjudicar al FC Barcelona. Sin embargo, y esto no parece discutible, a cada día que pasa sin que los diferentes presidentes del Barça implicados aclaren por qué se abonaban al señor Enríquez Negreira y a su hijo grandes sumas de dinero, la imagen del club va erosionándose irremediablemente.

Esto supone que, mientras los presidentes implicados continúen cargando contra el enemigo externo –y amenazando al mismo tiempo con acciones judiciales a granel–, pero rechacen dar explicaciones sólidas, el daño para el club va convirtiéndose en insoportable. Que los abogados hayan recomendado silencio a los dirigentes blaugranas, como parece ser el caso, para evitar el riesgo de que las cosas empeoren, supone un coste enorme para el club. El Barça, una entidad con propósito, que siempre ha intentado proyectar unos valores que van más allá del futbol, está siendo el gran perjudicado. Además, en términos comerciales, ve dañada su reputación, y por lo tanto, va devaluándose como marca global.

Pese a la acumulación de información a que nos referíamos, las dos grandes cuestiones de fondo del caso Negreira no han sido todavía resueltas. Incluso se podría decir que de momento las cosas se han convertido en más ambiguas, en más confusas.

La primera de las cuestiones que habrá que esclarecer, por respeto al Estado de derecho, por respeto a los socios –al fin y al cabo, los propietarios de la entidad–, es por qué razón sucesivos presidentes del Barça pagaron unas cantidades muy por encima de lo que valían los servicios técnicos supuestamente dispensados. ¿Los engañaron? ¿Los extorsionaron? ¿Pagaron por si acaso? ¿O sabían exactamente lo que hacían? Hay que recordar que los abultados importes, fuera de mercado, ingresados por Enríquez Negreira y su hijo fueron aumentando con el paso del tiempo.

La otra gran cuestión pasa por averiguar exactamente el recorrido del dinero que se pagaba. ¿Adónde fue a parar todo ese dinero que el Barça pagó durante tantos años? No parece en este momento que su destino fueran maletines llenos de billetes entregados a los árbitros. Si no es así, ¿cuál era exactamente el destino de ese dinero? Una vez en manos de Enríquez Negreira y su hijo, ¿qué pasaba?

No es comprensible, ni para el socio ni para el ciudadano, que mientras arrecia la espantosa tormenta, el Barça siga callado, sin dar ni una sola explicación solvente sobre lo que realmente ha ocurrido. Los presidentes y directivos del FC Barcelona tienen el deber y la obligación de hablar. De contar qué es exactamente lo que ha sucedido. Cada nuevo día sin dar la cara ni ofrecer respuestas hace que empeore la delicada situación en que se encuentra el club.