La campaña militar (91)

Carros T-54 y T-55 saliendo del almacén: otro síntoma de que la ofensiva rusa no da para más

Depósito de carros de combate T-55 en Bielorrusia, hace 22 años.

Depósito de carros de combate T-55 en Bielorrusia, hace 22 años. / Reuters

Jesús A. Núñez Villaverde

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Las señales son cada vez más evidentes: la ofensiva iniciada por Moscú en la última semana de enero ha perdido impulso y no ha logrado ninguno de los objetivos que se había marcado. De hecho, no ha logrado romper las líneas defensivas ucranianas en ningún punto de los más de 1.000 km. del frente que va desde el oblast de Jarkov hasta el de Zaporiyia. Por eso ahora, cuando nuevamente la rasputitsa ha vuelto a hacer acto de presencia, embarrando los campos y obligando tanto a los vehículos de ruedas como a los de cadenas a limitarse a los caminos asfaltados, resulta muy difícil imaginar que unas unidades rusas más bisoñas y menos operativas que las anteriores vayan a lograr mejores resultados. Tres señales ayudan a entender el desaguisado.

En el arranque de la ofensiva se registraba una media diaria de unos 90 ataques rusos en diferentes puntos del frente. Con ellos -contando con que unos eran meras acciones de reconocimiento armado para calibrar el grado de resistencia del contrario en busca de sus puntos débiles y otros suponían ataques en toda regla de unidades tipo grupo táctico- Rusia buscaba no solo romper las líneas ucranianas y retomar el control de alguna localidad en los oblast de Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, sino recobrar la iniciativa que había tenido hasta el pasado verano. Sin embargo, tal como informa el Institue for the Study of War, actualmente esa media se ha reducido a unos 20-29 diarios, como resultado tanto de la limitada operatividad de sus unidades, como por la creciente falta de munición y seguramente también por la escasa moral de combate de sus soldados.

En segundo lugar, la nueva visita a Bajmut del presidente Zelenski visibiliza más allá del simbolismo que pueda tener para los defensores ucranianos el fracaso de la ofensiva rusa. Que siete meses después de haber iniciado la batalla para conquistarla ni los mercenarios del grupo Wagner ni las unidades aerotransportadas encargadas de llevar a cabo el asalto hayan logrado hacerse con esa ciudad es una rotunda muestra del fiasco. Con su presencia en las calles Zelenski no solo refuerza la moral de sus tropas sino que echa por tierra el discurso triunfalista de Prigozhin y del Kremlin, dado que ni siquiera en aquel punto en el que han concentrado su obsesión ofensiva están logrando vencer la resistencia ucraniana.

El estrambote final de lo que, en contra de toda evidencia, Moscú pretende presentar como un éxito se resume en los trenes que han sido vistos en dirección al frente transportando carros de combate T-54 y T-55 [producidos entre los años 40 y 60]. Tras más de un año de guerra siguen brillando por su ausencia no ya los avanzados carros T-14 Armata, joya de la corona de las fuerzas acorazadas rusas que hasta ahora tan solo han sido visto en los impresionantes desfiles anuales de Moscú, sino también los ya contrastados T-90. Estos últimos figuran como la columna vertebral de las fuerzas acorazadas, en condiciones de poder enfrentarse a los Leopard 2, Challenger 2 o M1 Abrams; pero hasta ahora han sido empleados con cuentagotas, en evidente contraste con la propaganda rusa que da a entender que cada mes salen más de 100 unidades de sus fábricas. Por supuesto, mejor un T-54 que nada; pero, más allá de que puedan ser empleados como simples piezas de artillería en apoyo al ataque de unidades de infantería, su presencia en el frente, sin la más mínima posibilidad de salir airosos de un enfrentamiento con las unidades ucranianas, sería el más evidente indicio de que las cosas van muy mal para Rusia.